Vacaciones en Isla Paraiso Cap.3

Quizás era el clima tropical, o el hecho de dormir desnudo, lo cual no acostumbraba hacer antes, la brisa acariciaba constantemente mi cuerpo desnudo que desperté con una intensa excitación. Toqué mi polla y la tenía durísima, gruñí al sentir la fuerte presión de mis dedos. En casa hubiera ido al baño y me habría pajeado bajo la ducha, pero en la isla no tenía ni un momento de privacidad, siempre había alguien cerca.

Tallé mis ojos y recuerdos de la noche anterior volvieron a mi mente, Mateo y Samuel “ayudándose”. Tobias escabulléndose en la noche… Damián… el nombre resonó en mi mente, ¿Quién era? ¿Porque Tobias tenía que escaparse entre las sombras para…? Voltee y mi compañero ya no estaba, del otro lado de la cabaña, Mateo y Samuel seguían acostados abrazados.

Me senté sobre mi tapete y miré mi entrepierna, mi verga estaba tiesa, ligeramente curvada y una vena sobresale por mi longitud. Tomé una inhalación fuerte y exhalé. Considero que tenía un libido “normal”, promedio, de adolescente me masturbaba dos o tres veces al día, y en ese momento de mi vida, si acaso lo hacía una vez o cada dos o tres días. Me pareció curioso - mas no extraño - que al habermela jalado en la madrugada tuviera esa mañana una erección que dolía de lo dura que se me puso.

Una ducha fresca me iba a calmar, bajé las escaleras y caminé sosteniendo mi polla contra mi cuerpo, una manera de no ser tan evidente, aunque a nadie le importaba, todos deambulaban con sus mástiles erguidos como todos los hombres por las mañanas.

A mi paso intenté buscar a Tobias, no tenía caso evitarlo, trabajamos juntos toda una jornada, al menos que el decidiera que ya no me quería como compañero, ¿Se puede acaso despedir a alguien con quien estás esclavizado? No creo que fuera tan fácil, o quizás sí, tendría que esperar y averiguarlo.

Llegué a las duchas y la docena de chorros estaban ocupados, me tocaba esperar. Me percaté que llegaban más chicos y se metían a ducharse bajo el mismo chorro de alguien más. A ese paso, esperando a que se desocupara una ducha para mi solo se me haría de noche. Vi entonces que en un extremo estaba Jake solo, el agua caía en su cabeza gacha, estaba de espalda a mi y veía como escurría el agua por su espalda hacia su cintura angosta y nalgas redondas. ¿Qué diablos, ¿porque de pronto le ponía tanta atención a su cuerpo?

Me acerqué y toqué su hombro, me sentí apenado cuando Jake se estremeció a mi toque, quizás esperaba que fuera otra persona, alguno de sus compañeros de cabaña queriendo dañarlo como lo habían estado haciendo.

Noté alivio en su rostro cuando se dio cuenta que era yo. “¿Can I?¿Puedo?” le pregunté, Jake me hizo espacio junto a él.

Tallé mi cuerpo con mis manos, usando un pegajoso y espeso líquido que se volvió espuma que había en unos contenedores hechos con mitades...