Varias semanas en terreno de nadie. A mi joven amo le surgió un trabajo fuera de la Málaga. El acuerdo entre los dos estaba claro, no había compromisos ni obligaciones y cada uno tenía libertad plena para estar con quien quisiera.
Hasta aquí, todo muy bonito pero con una importante diferencia, el es un amo joven y le salen sumisos todos los días, yo soy un esclavo maduro y aunque cachas y con pocos limites, el precio de mis acciones no cotiza tanto (jeje, nunca las cobro, más bien al contrario).
Los amos? Unos muy lejos, otros se limitaban a calentar motores y nunca meten la marcha, al final se queda todo en calentones y no moverse del sitio.
Aburrido, cansado y muy caliente, una mañana busque en una conocida web un cashmaster que cumpliera con el físico y la actitud que ese día me ponía. No tarde mucho en encontrar uno que cumplía con casi todas mis fantasías. Ni corte ni perezoso le llame para concertar una cita, el tipo de trato y los fetiches que me iban, no quería perder el tiempo puesto que en este caso el tiempo es oro y el tributo era imprescindible. Tras obtener un compromiso de comportamiento me puse la lavativa correspondiente y cogí el coche para encontrarme con ese extraño.
Habíamos quedado en la portería de su vivienda y que el conserje sabia de sus movidas y cooperaba en atender a sus amigos mientras el bajaba a recogerles.
Llego al sitio indicado. Efectivamente había un conserje, de mediana edad, estaba pintando la barandilla de la escalera y llevaba un mono de trabajo con lamparones de pintura de todo los colores, evidentemente muy usado y con pocos lavados. Su pelo algo canoso rapado, su barba de un par de días, ese culo y esos músculos que se adivinaban bajo su ropa de trabajo, puso el listón un poco alto en cuanto a mis expectativas con Ander (mi cita). Soy optimista, pensé que como poco, y aunque el físico de mi amo ocasional no fuera tan morboso, después de propinarme un par de bofetadas, me bajaría los humos y me haría centrarme en servirle a él.
Lo que menos me esperaba es que las sorpresas iban a surgir una tras otra, sin estar todo planificado, y que Alicia en el País de las Maravillas era un cafetera rusa, comparado con todo lo que me iba a pasar.
El conserje me sonrío y se dirigió a mí:
- Hola, ¿te puedo ayudar en algo? (joder, si el supiera en cuantas cosas!!)
-- He quedado con un amigo, ahora bajara a por mí, gracias.
- Si, Ander me ha avisado que vendría alguien y que le hiciera esperar mientras el bajaba. Puedes sentarte en ese sillón, no creo que tarde mucho.
Se sonrío de forma un poco extraña, se dio la vuelta y siguió dándole a la brocha. Yo no paraba de mirarle, cada vez que se agachaba marcaba un culo increíble, por no hablar de esa espalda y esos hombros que se adivinaban bajo ese mono azul. Por adivinar, yo adivinaba ya hasta los pies embutidos en esas botas de trabajo. Trabajando allí dentro, el p...