Escrit per: Switchpoblano
2078 paraules
Como era de esperarse, el Güicho no cambió ni madres.
-Los patrones me dijeron que fuera a la casa de empeño a ver cuánto hay que pagar para sacar lo que empeñaste- le dije al día siguiente, mi primo con la espalda llena de marcas se paseaba desnudo en el cuarto con su sonrisa cínica en la cara.
-Primo, tranquilo, yo me hago cargo, no te preocupes. En una semana te prometo que devuelvo todas las cosas- no le creí pero supuse que era amigo del dueño de la casa de empeño y que conseguiría algún trato, así que lo dejé pasar.
Me la pasaba cuidándolo, revisando sus cosas y supervisando a escondidas sus movimientos; así me pude enterar que todos los que lo usaban sexualmente antes de lo descubrieran sus robos volvieron a llamarlo: Don Edgar, Don Felipe, Don Mauro, Don Valentín, hasta los pinches universitarios que nos azotaron lo llamaron tres veces en la semana para que les mamara la verga.
Han pasado cinco días desde nuestro castigo, es domingo y Don Valentín nos pide que vayamos a su despacho, en el Centro de la Ciudad para pintarle las paredes. Ese tipo de trabajos representa un ingreso extra que considero muy necesario para pagarle a todos los inquilinos lo que les debemos.
Obligo al Güicho a ir conmigo a hacer el trabajo. Güicho va de mala gana. Don Valentín nos lleva en su auto, viene vestido con un uniforme de fútbol, nos explica que nos dejará pintando y se irá a jugar, y así lo hace.
Después de cubrir adecuadamente todos los muebles con plásticos grandes para no mancharlos nos pusimos a pintar las paredes. No sé cómo pero la plática derivó en sus años en prisión.
-Primo- me dice animado por la plática -tú me conociste cuando estábamos en el pueblo, yo era un cabrón machín, me cogí a todas las viejas ¡creo que hasta me cogí a tu novia y a la del Juanito- me giro a verlo con odio
-Si cabrón- le digo- no te cogiste a una te cogiste a dos de mis novias- continúo pintando sin ver la reacción del Güicho.
-Desde que llegué a la cárcel traté de hacer amigos, pero nadie me quería y me mandaban todos a la verga, no me hablaban, era una mierda… la primera tarde estaba en los baños y de pronto en segundos se vació todo el cuarto y entraron unos blancos a ponerme una madriza… y todos los días era lo mismo, los pocos weyes que me hablaban me adviertan que si me quejaba me iban a pegar peor.
Cabrón, diario me pegaban, una vez hasta se metieron a mi celda y mi compañero de cuarto que era blanco era el más ojete de todos.
Como estaba amenazando de que si decía algo me iba peor terminaba aceptando que era una riña que había provocado y me mandaban a alisamiento por varios días…. Era un verdadero infierno.
Un día se me acercó un chavillo negro, de facciones muy finas y un poco afeminado. Me tuve que aguantar para no correrlo a golpes cuando me sugirió que s...
Domesticando al Güicho 5
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