Aníbal no se espera la tremenda cachetada con que Yamil lo recibe esa tarde cuando regresa cansado del trabajo. Acostumbrado a ser el Alfa de la casa, generalmente es quien azota y castiga a su marido que jamás se había atrevido a levantarle la mano.

Yamil tiene manos grandes y brazos fuertes, Aníbal se queda sorprendido sin saber qué hacer - anoche dejaste que un extraño me violara contigo enfrente- una segunda cachetada cae en su rostro, esta vez al menos la adivina y pone dura su mandíbula -Te expliqué porqué tuve que hacerlo… - empieza a excusarse Aníbal

-¡Cállate!- le ordena Yamil visiblemente furioso.

-Cálmate Yamil, voy a tener que castigarte muy fuerte cuando se te pase el coraje- Yamil le agarra la corbata acercándolo con fuerza hacia él. Ni el rostro apuesto y Perfecto de Aníbal hace que se le pase el coraje- no querido, yo voy a castigarte a ti- le dice desafiándolo con la mirada. Aníbal baja la mirada con cierto remordimiento- quítate la ropa- le ordena Yamil soltándole la corbata.

Aníbal no está acostumbrado a recibir órdenes de su esposo, hasta el día anterior él era quien daba las órdenes, contrariado y avergonzado se quita el saco, la corbata y la camisa mientras se descalza con sus pies.

Luego se quita el pantalón y el bóxer muy despacio, como deseando dejar pasar el tiempo para que Yamil recapacite, pero Yamil ha pasado toda la tarde fraguando su venganza. Con fuerza empuja a Aníbal hacia la mesa y le pone las manos sobre ella.

En el cuello de Aníbal cuelga la pequeña llave de la castidad de su esposo, Yamil se la arranca rompiendo la delgada cadena que la sujeta, luego tomando de su ropa del piso el cinturón que usó durante el día lo dobla y comienza a azotarle las nalgas con fuerza

Aníbal soporta el castigo con estoicismo, la casa permanece en silencio y el sonido del cuero del cinturón impactándose con la carne de los glúteos peludos de Aníbal resuena en todos los rincones, las nalgas blancas de Aníbal poco a poco van tomando un color rojizo, Yamil les da un azote tras otro, respirando agitado y con furia.

Cuando ha recibido unos treinta azotes y sus nalgas se han tornado considerablemente coloradas, Aníbal empieza a gemir de dolor - Amor perdóname, por favor, era necesario

Yamil se detiene y lo toma de los cabellos para girarlo hacia él - ¿cómo te atreves a decir que era necesario que ese imbecil me violara- le dice mirándolo a los ojos

-Me iban a meter a la cárcel- le explica Aníbal

-¿Entonces era mejor que me violara?- le pregunta Yamil, Aníbal guarda silencio.

Yamil tira el cinturón y entra a la cocina, Aníbal espera de pie, desnudo, cabizbajo. Yamil regresa con la comida fría del día anterior y la tira al piso- ahí, come como un perro.

Aníbal mira la comida y luego mira a su esposo, que agarra nuevamente el c...