Escrito por: Descansem
10617 palabras
Pongamos que conocí a un Amo.
Tras años de búsqueda infructuosa y largas horas de charla a través de múltiples webs.
Después de què por la edad, por inquietudes diferentes, por no haber atracción suficiente por uno o ambas partes o simplemente por miedo, había sido incapaz de encontrar a aquel hombre que pudiera despertar a mi verdadero yo, finalmente topé con alguien que se folló mi culo…. Y mi mente….
Y la verdad es que… no sabría decir que es más placentero.
Era un hombre maduro, de 58 años.
Tenía el cabello y la barba canosos, cuerpo robusto, brazos grandes, un torso ancho y velludo y las facciones más varoniles que he visto jamás.
Creo que solo con el envío de su primera foto caí rendido a sus pies, apenas sin haber hablado sobre lo que búscabamos el uno en el otro. Pero no iba a mostrar todas mis cartas a la primera de cambio.
Durante las primeras ocasiones en las que estuvimos charlando realizamos sendas presentaciones, y él fue sincero desde le primer momento, haciéndome saber lo que pretendía hallar en una relación con otro hombre.
Era un tipo muy masculino, y tremendamente dominante. Quería llevar la iniciativa en todo y manejar la vida de un esclavo a su antojo en todo momento, en cada acto que éste realizara en cualquier aspecto de su vida, estuviera a su lado o lejos de él. Desde indicarle que ropa interior debía vestir, a ordenarle quitársela a media mañana aunque estuviera, por ejemplo, en el trabajo.
Gustaba de ordenar castidad a su esclavo, y no dudaba en emplear herramientas a tal efecto, como jaulas u otros enseres.
Manteniendo ese estado el esclavo se iba poniendo nervioso según pasaban los días a la espera de su momento… que se convertía en algo desmesuradamente satisfactorio para él y por lo tanto, también para su Amo que, a menudo, tras una sesión, tampoco le dejaba correrse, y volvía a enjaular su pene a la espera de una próxima ocasión en la que tal vez, su señor, le dejaría llegar al final.
Sus palabras a través de la pantalla me iban hipnotizando poco a poco. Yo siempre he sabido que era sumiso, que había nacido para pertenecer a un Amo. Pero no sé si era del todo consciente de hasta que punto estaría dispuesto a llegar para satisfacer a un hombre, ni del placer que me proporcionaría convertirme en un esclavo a todos los niveles, poniendo el control de mi vida en sus manos con plena y absoluta confianza, sabiéndome querido, seguro y protegido.
Entre esos cambios de impresiones, y tras establecer las reglas de lo que pretendía ser el inicio de una relación progresiva hacia mi sumisión y dependencia de él, un día, aquel a quien yo ya había empezado a entregarme sin darme cuenta a través de la red, decidió que era el momento. Que la base estaba establecida y que yo ya estab...
Pongamos que conocí a un Amo
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