Para cuando me di cuenta ya me había entregado totalmente a él. Tenía la convicción de que era suyo, que fuera cual fuera el camino que tomaran nuestras vidas, siempre sería de su propiedad. Daba igual si habían pasado días, semanas o meses desde la última vez que me usara. Daba igual mi situación, soltero o en pareja, eso a ÉL le daría lo mismo. Era suyo.
Pero de lo que no había sido consciente es que mientras me violaba, me torturaba o me humillaba durante aquel poco más de un año, también me estaba follando la mente.
Era imposible no pensar en ÉL llevando la polla anulada y enjaulada, era como si su mano me estuviese agarrando por los huevos las 24horas. Quería quitármelo de la cabeza, pero así era imposible. Lo mismo pasaba con las cámaras con las que me vigilaba, era como tener sus ojos todo el tiempo encima.
Por eso, el día que dejé la jaula de castidad y las cámaras pensé que me liberaba un poco de ÉL, y así fué hasta la primera vez que tuve un encuentro sexual con otro hombre.
Aquel día, intentando apagar mi calentón, busqué en una APP alguien que viniera a follarme.
Empecé a hablar con uno que no tardó en presentarse en mi piso.
El tío en cuestión debía tener entre 30 y 34 años, más o menos de mi altura y bastante atractivo. No me era nada familiar, cosa rara en estas aplicaciones donde los mismos perfiles se repiten día tras día, y más en mi barrio, que al estar apartado del centro todos nos conocemos.
Efectivamente no era de mi barrio, había pasado a buscar un encargo y aprovechando que se encontraba en una zona alejada de la suya se conectó a la APP en busca de novedades.
Pese a haberle adelantado cuáles eran mis gustos en el sexo y haberme dicho él que los compartía, no vi esa actitud dominante que tanto me pone en su manera de desenvolverse, así que tomé yo la iniciativa arrodillándome ante él.
Se quitó la sudadera y dejó ver un cuerpo cuidado, sin vello. Mis manos, aunque sin saber si podía tocarle o no, subieron para acariciar su vientre. En ese momento el tacto de su piel me recordó a mi AMO.
Se desabrochó el pantalón y puso su polla a escasos centímetros de mi boca. Esperé como buen sumiso que soy su orden para empezar a mamar.

-come.

Empecé despacio, disfrutando de cada centímetro de su polla y por supuesto, haciéndole disfrutar a él.
El tío se dejó caer en el sofá y se relajó mientras yo hacía el resto.
Pese a ser bastante atractivo y de cuerpo cuidado, no experimenté una gran excitación y mi polla no se acababa de poner dura, sin embargo yo seguía comiéndole el rabo y lamiendo sus huevos.
No tengo por costumbre tocarme la polla cuando me entrego como sumiso porque me parece que incumplo una de las bases de la dominación. No me estoy entregando para mi placer, si no para el placer del otro, aunque obviamente obtengo placer con mi entrega.
En esta ocasi...