Yo tenía 13 años y aunque ya tenía vello púbico y tenía algunas erecciones, era aún un niño mentalmente, ni me masturbaba ni había eyaculado nunca. En aquel entonces yo compartía habitación con mi hermano mayor de 16 años. Mi hermano y yo éramos totalmente opuestos, él era un clon de mi padre, alto, peludo, deportista, a su edad tenía un cuerpo definido y era el típico machito, yo por el contrario aún no había dado el estirón, era totalmente lampiño y odiaba los deportes y encima tenía algo de pluma, me parecía mucho más a mi madre que a mi padre. Yo sabía perfectamente que no era el favorito de mi padre, aunque me esforzaba en complacerle sacando siempre buenas notas, yo no cumplía sus expectativas como hijo, sin embargo con mi hermano se le caía la baba.

Por las noches yo oía como mi hermano se masturbaba en la cama, al principio no sabía lo que hacía y un día le pregunté por qué hacía ruido, a lo que me respondió “en mi habitación hago lo que me da la gana, ¡tú a lo tuyo!” Me costó mucho tiempo darme cuenta de lo que hacía, ¡¡así de pardillo era yo!!

Pero una noche toda mi inocencia desapareció de repente. Acababan de dar las vacaciones de verano y a mi hermano le dejaron salir hasta tarde con sus compañeros para celebrar el fin de curso, él tenía una novia entonces, pero imagino que ella aún era reticente a tener relaciones sexuales y mi hermano llegó aquella noche a casa tarde y muy caliente. Me despertó al entrar pero no me moví, me hice el dormido y seguí tumbado de lado cara a la pared. Mi hermano se quitó la ropa, apagó la luz y para mi sorpresa se metió en mi cama en lugar de la suya, yo dije ¿¿qué haces??, pero él me tapó la boca con la mano y me dijo al oído “¡como digas una palabra o hagas algún ruido te reviento a ostias!” Escupió en su otra mano y buscó mi culo con ella para lubricarlo, a continuación, mientras me tapaba fuerte la boca con una mano, note su polla entrando en mi culo, la metió de golpe a pesar de la resistencia que opuso mi culo estrecho, no había sentido tanto dolor en mi vida y mi grito no se oyó en toda la casa gracias a que mi hermano apretaba fuerte su mano sobre mi boca, mis ojos se llenaron de lágrimas por el dolor, afortunadamente aquello no duró mucho, cuando terminó me dijo al oído “si dices una palabra de esto a alguien ya sabes lo que te pasará” y se fue a su cama. Yo estuve un rato en mi cama con los ojos llenos de lágrimas y sintiendo aún un fuerte dolor, cuando pude reaccionar me levanté y fui al baño, me limpié y el papel higiénico quedó manchado de una mezcla de sangre y semen, era la primera vez en mi vida que veía semen y no era mío como hubiera sido normal, sino de mi hermano. En aquel momento a pesar del dolor que aún sentía me di cuenta de una cosa, tenía una erección.