LATEX

Se me acerca en el bar al que suelo acudir cuando acabo mi jornada, Román, jefe de mantenimiento del edificio donde trabajo.

Yo, por mi parte, ya voy por mi segundo coñac. Y no será el último.

-¿Aún por aquí? Te creía ya en tu casa –me dice con su voz densa y profunda.

-Es cierto, debería de estar ya en mi casa. Pero he preferido embriagarme.

-¿Va todo bien?

Me encojo de hombros y Román frunce el ceño. Se preocupa por mí, lo noto.

-¿Es por lo de tu separación?

-No. Lo de la separación se resolvió bien, dentro de lo que cabe.

Se sienta en el taburete que hay a mi lado y pide otro copazo para él pero de pacharán.

-Entonces ¿qué sucede?

Ardo en ganas de contarlo todo como quien expulsa un veneno que le corroe por dentro. Pero...

-Ya sé que no somos precisamente íntimos, pero tú me conoces y sabes que no soy un chismoso -argumenta- Si te pregunto es porque te veo raro desde hace un tiempo. Y me preocupas. Eres de las pocas personas que, en ese puto edificio, no me mira como a un inferior.

Su buena disposición y su talante amistoso, vencen mi reticencia.

-Estoy viéndome con alguien.

-¿Te refieres a un rollo serio o...?

-Me refiero a sexo puro y duro.

-¡Vaya! ¿Y qué ocurre, que te ha dado muy fuerte?

-Como no imaginaba.

-¿Y cuál es el problema? ¿Que está casada, que es una menor, que hace contigo lo que quiere...?

Le miro mientras doy un buen trago a mi copa.

-Te lo cuento si me juras que no vas a decírselo a nadie. Y, aún más importante, si prometes no juzgarme.

-Tienes mi palabra. Y si puedo ayudarte en lo que sea, cuenta conmigo.

Observo su rostro de buena gente. La verdad es que es un tipo entrañable. Dan ganas de pedirle un abrazo con esos brazos potentes y velludos.

-Me veo con un tío -le confieso.

Román se queda en silencio mientras procesa lo que le acabo de soltar.

-¿Sorprendido?

-Mucho. Me dejas de una pieza. ¿Pero a ti te va ese rollo?

-Hasta ahora, nunca.

-¿Y cómo has llegado a esa situación? ¿Qué ha pasado?

-¿Prometes no juzgarme?

-Te he dado mi palabra. Lo que me cuentes, aquí queda.

Decido seguir con mi confesión.

-Cuando me separé, busqué un apartamento, algo modesto y listo para entrar a vivir. Lo encontré en el barrio alto y me instalé rápido. Pero esto ya te lo conté ¿no?

-Sí, pero no importa.

-Somos pocos vecinos, veinte en total. Me los he ido encontrando en el ascensor o las escaleras y así los he ido conociendo. Un día, hará unos seis meses, volví del trabajo, cogí el correo del buzón y subí a mi apartamento en el ascensor. Distraídamente abrí la primera carta y, ¡sor...