Desde muy joven sentí atracción por la escena de dominación entre hombres de diferentes razas, durante mucho tiempo lo consideré un fetiche un poco perverso, debido a que sé que en muchas culturas la esclavitud dejó secuelas de odio e injusticia social que todavía persisten, por lo que guardé muy para mi este placer oculto casi casi como una perversión…

A través de diferentes redes sociales fui encontrando personas maduras que compartían conmigo este fetiche, y fui descubriendo que en medio de ellos podía vivir esa experiencia de someterme a un blanco y jugar al “raza inferior” en un ambiente seguro, sano y consensuado; un lugar en donde el raceplay no era considerado una forma de “odio” sino una manera para aprovechar las diferencias en un inocente intercambio sexual…

Un día encontré un anuncio sobre un “Campamento Raceplay”, un fin de semana en donde sumisos de raza negra servirían como esclavos a hombres de raza blanca; mi primer obstáculo era mi raza, soy un hombre latino de piel morena, no un hombre de raza negra. El organizador Ralph me hizo una entrevista personal por skype para ver si como “latino” era apto para formar parte de los esclavos que servirían ese fin de semana… pasé la prueba.

Y estoy aquí, hace aproximadamente dos horas que llegué a la granja en donde se lleva a cabo el campamento. Estoy desnudo, desprovisto de toda ropa, lo único que tengo como ropa es una cadena con un candado y comparto la experiencia con otros once hombres, la mayoría de raza negra, solo hay un asiático y un hispano en el grupo.

Hace unos minutos fuimos obligados a usar un enema y luego en grupo cada uno vació sus intestinos en una cubeta, todos en grupo uno frente al otro, sin pudor, sin penas, sin esconder nada… luego fuimos forzados a limpiar el ano de uno de nuestros compañeros y terminamos la limpieza lamiéndolo hasta que quedara perfectamente limpio.

Estamos en lo que originalmente es la sala comedor de la casa, es un espacio amplio, los muebles están todos amontonados en una orilla, y el piso está recubierto de plásticos para que no manchemos la duela. Todos tenemos dibujados en diferentes partes de nuestro cuerpo un número que nos fue asignado, yo tengo el número “Tres”.

Uno de los organizadores del evento es un esclavo negro de unos 25 años, que tiene el “UNO” dibujado en su frente, su pecho, su brazo y su nalga derecha. Uno entra a la habitación después de que hemos pasado largo rato lamiendo al compañero que está frente a nosotros en un círculo y nos ordena detenernos.

-Tenemos veinte minutos para acomodar este salón, hay que recoger la porquería y tirarla cuidadosamente en el baño del sótano, luego tirar los plásticos en los contenedores de basura que hay afuera, abrir las ventanas para que se salga este asqueroso olor y luego colocar las sillas que están en la orilla en forma de sala ...