Conociendo Marrakech

Tras haberla visitado años atrás, había vuelto a Marrakech buscando ese exotismo y morbo que me producían los jóvenes marroquíes. No aspiraba a encontrar nada, pero al menos podía darme una buena ración de vista...y soñar con aventuras morbosas…

Ya llevaba dos días y no había sucedido nada especial. El riad en el que me alojaba, cerca del zoco, disponía de una pequeña piscina y tomando allí el sol de otoño conocí a una pareja formada por un madurete francés de unos 55 años y un joven latino de veintipocos. La relación entre ellos dos era muy evidente, siendo el colombiano el que llevaba la voz cantante, pero les noté muy reservados y no logré intimar con ellos…y eso que el chaval me ponía a 120. Estaba realmente bueno y sus maneras se veían endiabladamente poderosas.

Como en días anteriores, al atardecer me encontraba dando vueltas por la bulliciosa plaza de Jemaa el Fna y me paré un momento a ver una escenificación de una historia de la que, por supuesto, no me enteraba de casi nada, pero parecía divertida por lo bien que se reían las varias docenas de casi todo tíos que formaban el corro. En ello estaba cuando siento que me tocan el culo. Por la forma de hacerlo, intuí que buscaban mi cartera y, como era consciente de que la guardaba en un bolsillo delantero bien protegido, me dejé hacer. En pocos segundos noté que me palpaban por el otro lado, buscando tener más suerte con el otro bolsillo. Dando por hecho que lo dejaría al no encontrar nada, igualmente me dejé hacer, pues no quería montar un número…y la situación me daba morbo.
Pero los toqueteos continuaron y fueron creciendo hasta no parecer disimulados, a la vez debía quedarle claro que yo era consciente de ello y que me estaba dejando hacer.

Disimuladamente miré hacia atrás, para ver a mi “acosador”, y me encontré la mirada de un joven sonriente al que no eché más de veinte años. Seguimos con el juego unos minutos más, ya sin disimulo por ninguna de las dos partes, hasta que oí pegado a mis oídos un “viens avec moi” (ven conmigo) que aceleró aún más mis latidos. Le vi apartarse del círculo y salí yo también. Ya en una zona menos concurrida se acercó a mí y me preguntó algo en francés que no entendí. Mi “no entiendo” de respuesta no le supuso ningún problema, pues me volvió a preguntar “¿tu querer follar? ¿Querer buena polla marroquí?”. A esas alturas yo ya estaba colado por ese tipo y, aunque lo pensé dos segundos, le pregunté “¿Cuánto?”, convencido de que quería pasta…y salvo que se pasara en mucho, mi respuesta sería afirmativa, sin saber a qué estaba diciendo que sí. Su respuesta fue toda una invitación: “No dinero, solo follar amigos. Venir conmigo”.
Le seguí como había hecho en otras ocasiones con los “guías” que te abordan de forma continua para llevarte a sus tiendas, aunque en esta ocasión con más miedo y, a la vez, ...