Durante el siguiente mes, después del entrenamiento, iba a casa de David todos los días. Me la comía, le comía el culo, me lo follaba y me corría en su boca. Llegó un día que cuando fui a su casa, David no estaba solo, a su lado, se encontraba Pablo, otro compañero del equipo. Aquel día me corrí dos veces, una para David y otra para Pablo. Durante los días siguientes David me dijo que no pasara por su casa pues a sus compañeros de piso les habían cambiado horarios.

Yo pensaba que ya no tendría una buena boca y un buen culo para follar, pero me equivocaba. Cada día era un miembro del equipo distinto el que me buscaba tras el entrenamiento para “ver mi gran polla”, aunque por supuesto no era sólo verla. Dos meses después, en diciembre, justo antes de las Navidades, gastaba una caja de condones cada dos días.

El último día antes de las vacaciones de Navidad, en una fiesta, conocí a un tío que me llamó mucho la atención. Tendría unos 25 años, pelo rapado, cuerpo mazado y me fijé en algo en lo que nunca antes me había fijado de la manera que lo hacía aquella noche. Me fijé en su paquete, se le notaba grande, más que el mío. ¿Qué me estaba pasando? ¿Tanto follar con tíos había ocasionado aquel pensamiento? Cuando los follaba no quería ver sus pollas, yo seguía siendo hetero, pero si no tenía un buen coño donde meterla, pues me agenciaba un buen culo, pero no soportaba que se masturbaran mientras los follaba.

En esto veo que el chico este también se fija en mí. Se acerca adonde estoy y empezamos a hablar. Se llamaba Diego y también le molaba follarse un buen culo. Al terminar la fiesta, algo borrachos, me dijo de tomarnos la última copa en su casa, a lo que accedí.

Una vez en su casa, sentados en el sofá, mientras seguíamos bebiendo hablábamos de quien nos había hecho la mejor mamada y cuál era el culo que más disfrutábamos follar. Mi polla se estaba poniendo dura y en una rápida ojeada pude notar que la suya casi no aguantaba dentro del pantalón.

- ¿Alguna vez te has comido una polla?
- Jajajaja, ¿yo?, que va. Soy hetero tío – le contesté.
- ¿No crees que es buen momento de probar una buena? – me preguntó mientras se levantaba, se quedaba desnudo de cintura para abajo y se ponía justo delante de mí. - De rodillas puta.

Tal vez fue por el efecto del alcohol o tal vez fue algo que despertó en mi interior, pero haciéndole caso me puse de rodillas ante aquella polla majestuosa, tan grande, gorda y venosa. Tan cerca de ella que podía oler el aroma que desprendía su capullo, el sudor en sus bolas. Me puso muy cachondo, tanto que me metí aquel prepucio en mi boquita e hice lo que me gustaba que me hicieran a mí. Lamí con esmero cada parte del capullo para luego dar paso a meterme poco a poco la polla entera en la boca. O esa era mi intención puesto que mi boca no estaba entrenada en comer pollas tan grandes, más bien no...