Lo conocí aquí, en tuamo.net.

Confieso que de buenas a primeras no captó mi atención. Bastó un mensaje, claro y contundente, para captar mi atención: "Deseo servirle". Intercambiamos números. Durante semana y algo conversamos. Vivimos en la misma ciudad. Le hice saber que estoy experimentando en todo esto.

Con cada conversación mi miembro se ponía extremadamente duro. Dudaba en algunos momentos, a lo que él acotaba: "Ustedes son más seguros que nosotros", denotando la diferenciación entre amos y esclavos. Cada charla era una clase magistral en donde el morbo y el deseo chorreaban por todos lados. Sin querer coincidimos en varias cosas, de manera inversa, pero coincidimos. "Cóncavo y convexo", como luego diría él. Tanto morbo no podía quedar reprimido en el Whatsapp y así quedamos en vernos, el sábado 28 de mayo a las 10 am en su casa.

Llegué puntual. Lo llamé. No atendió. Me dije que esperaría 20 minutos y me largaría. En ese instante algo me dijo: "Sube", así lo hice. Abordé aquel ascensor hasta el piso 6. Había cierto olor en el aire, emanaba del interior que llevaba usando hace cuatro días, orina, precum, semen, todo aquello mezclado, condimentando la tela de mi ropa interior. El teléfono sonó, era él, acababa de levantarse.

Ya me estaba encabronando. ¿Cómo es eso que éste me cita y se levanta recién? Me abre la puerta de seguridad, luego la de su apartamento y paso. El casi encabronamiento pasó a encabronamiento total cuando veo a su compañero de piso/ ex amo. El tipo casi ni me vió, sólo dijo un "Hola" muy entredientes, tomó sus cosas y se fue.

Sólo le acepté un café. Rechacé el jugo y lo demás que me ofreció. Bajamos unas escaleras, me senté en un sillón y nos pusimos a conversar a distancia, porque el niño debía arreglarse un poco. Honestamente no sé qué me retuvo, no sé si fue el mapa de París que estaba en la mesita a mi izquierda, o la idea de regresarme a casa sin que tan siquiera me comieran la verga. No sé. En ese momento apareció él, tenía puesta una camisa verde con algunos huecos de uso en el hombro derecho y un suspensorio. Se me puso la verga dura al instante.

Seguimos conversando y en ese momento le ordené que me quitara los zapatos. Hubo cierta lucha para desatarlos. Me los quitó.

- "Puedo lamerlos"
- "Sí"

Se dispuso a devorar mis pies como si tuviese en frente un helado. Los lamía minuciosamente, cada arruga, cada pliegue, su lengua pasó por cada uno de mis dedos. En ese momento me quito el pantalón y lo acerco a mi verga.

- "Qué rico huele... huele y sabe a todo lo que me dijiste... A orina, semen, precum, todo junto..."
- "¿Te gusta?, ¿a qué huele?"
- "A macho"

Continuó deleitándose con la tela de mi ropa interior por un momento, hasta que no pude más, quería abusar de aquella boca. Era hora que la ropa interior saliera volando.

- "Chupa"