Perra azotada

Estamos solos en la habitación de un hotel.

Entramos juntos. El Amo me pide que me desnude dandole la espalda. Obedezco. Me coloca un pañuelo de seda negra en los ojos y un collar de perro en el cuello. Esposa mis manos a la espalda. Antes ambos sabiamos que yo era suyo, pero ahora queda claro.

Coloca una silla detrá mio y me dice que me siente. Obedezco. Me pide que levante la pierna derecha. Coge mi pie y siento cómo me pone una media que acaba por sujetarse a la perfección en mi muslo. Después me pone un zapato y me deja bajar el pie. Al apoyarlo sobre el suelo descubro que tiene un enorme tacón de aguja. Hace lo mismo con mi pierna izquierda y me pide que me levante. Me pongo de pie mientras siento cómo todo el peso que solía descansar sobre mis pies cae ahora sobre mis dedos.

Escucho cómo el Amo retira la silla. No tiene prisa. Me guia por la habitación. Noto que se sienta y tira de mi brazo para que me agache. Me coloco sobre sus rodillas. Comienza a azotarme con la mano desnuda. No pega ni flojo ni fuerte. Está calentando la mano. O tal vez esté calentando mi culo...

Deja de azotarme.

-Escuchame, perra... ¿te gusta?

-Sí, Amo.

-¿Quieres que siga?

-Sí, Amo.

-Pídemelo.

-Por favor, Amo, siga azotandome.

-No suena convincente. Pídemelo con más ganas.

-Amo, me gusta que me azote. Por favor, no pare.

-No cuela. Si sigues así te vas ahora mismo por donde has entrado.

-Amo, soy su perra y soy feliz cuando me azota. A las perras como yo nos encanta que nos azoten. Las perras como yo suspiramos por un azote. Las perras como yo somos afortunadas cuando un Amo nos azota. Por favor, Amo, quiero que me azote.

-Eso está mejor. Ahora podemos seguir de verdad. Ponte de pie.

Obedezco. Siento cómo se levanta de la cama y escucho un ruido. Está buscando algo en la maleta que ha traido. Vuelve hacia mí.

-Abre la boca.

-Aaaaaahhhhhh...

Me coloca una mordaza de bola. Me va a hacer gritar. No me equivocaba antes, estaba calentando mi culo.

Me coge del brazo y me guia de nuevo por la habitación. Me echa hacia delante hasta que mi pecho queda apoyado sobre una mesa. Estoy de pie, con las piernas estiradas, desequilibrado con el peso de mi tronco sobre la mesa y con mi culo totalmente expuesto. Me acomodo dentro de lo que me es posible, intentando colocar bien los tacones y abriendo las piernas 45º para rebajar ligeramente la altura desde la que cae mi cuerpo.

El Amo golpea el suelo con la fusta. El sonido es claro e identificable. La fusta no necesita tanto calentamiento como mi culo. El próximo golpe lo recibiré ...