Escrito por: MORBO.YVICIO
5907 palabras
Un joven conoce la zoofilia teóricamente y luego, tras mucho buscar su oportunidad, hace realidad sus fantasías en compañía de un hermoso pastor alemán.
Soy varón, blanco, rubio, de ojos azules. Más bien delgado. Cuando niño, varios compañeros de escuela trataron de inducirme a prácticas homosexuales (masturbación mutua y felación), pero me negué por repugnarme esas prácticas. A los once años aprendí a masturbarme. Los conocimientos sobre sexo los adquirí por un libro de sexología que describía el acto sexual entre humanos. El libro aportó, además de la teoría, el material para mis fantasías. Algún tiempo después, leí un capítulo dedicado a "aberraciones sexuales". Dos me interesaron sobremanera: la homosexualidad y la zoofilia.
En el primero, aprendí el significado de la palabra pederastia, me pareció algo repugnante. Pero después, un compañero de escuela me contó un chiste sexual donde se describía con detalles un acto de pederastia. Si bien no le comenté nada, lo cierto es que me excité al aprender algo que mi libro no decía: la posición que adoptan los pederastas para practicar el coito. Eso de que el pederasta pasivo se ponga en cuatro patas para recibir en el ano el pene de su compañero, me pareció sumamente excitante. Casualmente había visto poco antes a dos perros practicando el sexo y fue inevitable comparar la posición del sodomita pasivo con la de la perra copulada. Lo cierto es que al llegar a mi casa, lo primero que hice fue encerrarme en el baño, desnudarme por completo y ponerme en cuatro patas, con un espejo en la mano para mirarme el trasero. Al comprobar que en esa posición mi ano quedaba totalmente expuesto al separarse mis nalgas, me excité sobremanera. Me masturbé en esa posición, de rodillas, con la mano izquierda en el suelo y la derecha en mi pene. A partir de entonces, siempre me masturbaba así y con fantasías homosexuales en las cuales unas veces yo era el practicante activo y otras el pasivo. Y, cuando eyaculaba, me sentía avergonzado.
A los doce años, unos compañeros de escuela llevaron un libro increíble. Creo que pensarán que el leer libros porno a escondidas es algo habitual entre adolescentes. Eso sería verdad si se tratara de libros corrientes, de esos baratos que abundan. Pero no: nada menos que inicié mis lecturas eróticas con el mejor de dichos libros: "Dos Noches de Placer", del famoso escritor y poeta romántico francés del siglo XIX, Alfredo Musset. Un libro muy serio. En él pude leer, junto a mis compañeros, insólitos pasajes de prácticas sexuales de todo tipo. Fue aquí donde tuve oportunidad de encontrar descripciones de zoofilia detalladas (cosa que mi libro de sexología contaba de forma muy vaga). Leímos sobre mujeres copuladas por perros, monos y burros. Mi excitación fue muy fuerte, tanto, que todos se dieron cuenta. Pero lo que más me asombró del libro, no fue la novela en sí, sino el apéndice que traía, incluido ...
LA ZOOFILIA Y YO
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