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Un cura obeso de 50 años, con una sotana negra que le llega hasta los pies y un alzacuellos blanco que resalta su rostro severo, se sienta en una habitación de piedra con ventanas estrechas y oscuras. Su rostro, iluminado solo por rayos de luz tenues que se filtran por las ventanas, muestra una expresión de autoridad y reprimenda. Sus ojos castaños parecen perforar el alma del hombre joven que yace estirado sobre sus rodillas, con la cabeza gacha y las manos juntas en una actitud de súplica desesperada.

El hombre joven, de unos 25 años, tiene un cuerpo algo gordito, pero su figura se ve resaltada por la tenue iluminación y las sombras oscuras que lo rodean. Lleva solo un par de calzoncillos blancos, que parecen brillar en la oscuridad de la habitación, y su piel parece pálida y vulnerable. La posición en la que se encuentra, estirado sobre las rodillas del cura, con la cabeza gacha y las manos juntas, transmite una sensación de sumisión y miedo.

El cura, con la mano derecha, parece a punto de azotar al hombre joven, y la tensión en el aire es palpable. La paleta de colores de la escena es oscura y sombría, con tonos de negro, gris y marrón que resaltan la seriedad y la tensión del momento.

La iluminación, tenue y dramática, resalta la textura de la sotana del cura y la piel del hombre joven, y crea sombras oscuras que parecen moverse en la habitación. El ambiente es de tensión y miedo, y se puede sentir la amenaza de la fusta en el aire, como si el golpe fuera a caer en cualquier momento. La escena es hiperrealista, con detalles precisos y una sensación de realidad que parece saltar de la imagen.