"Destapamos cañerías"

Escrito por: control-cum

Los tipos habían quedado en llegar temprano para hacer unos arreglos de plomería en mi depto así que me levanté temprano ese sábado, me dí un baño, desayuné y a las ocho en punto sonó el timbre, eran ellos.

Javier, el mayor, de unos cuarenta y pico venía enfundado en unos jeans gastados y ajustados, remera negra y borcégos de laburo, su ayudante, de nombre Ian no tendría mucho más de veinte, de jeans gastados de esos con roturas (pude verle una a la altura del bolsillo trasero algo de la blanca piel de su adorable culito), zapas y remera blanca.

Ya sabían a donde tenían que hacer su trabajo en el baño, así que los deje con sus cosas y me metí a internet ya que había quedado en hacer algo esa misma noche con un par de Amos y sus esclavos.

Como a la hora, Ian, tímidamente me pidió un poco de agua ya que hacía mucho calor, el pendejo estaba sudado y la remera se le pegaba al cuerpo, Javier me pidió si no me molestaba que trabajaran en cuero, obviamente dije que no, para nada, que hacía mucho calor dentro del baño y era más que comprensible que pudieran trabajar más cómodos. Dicho esto, ambos se quedaron en cueros, Javier exhibiendo su torso velludo y fuerte y el chico, totalmente lampiño y con sendos piercings en sus pezones y un tribal en su brazo derecho.

Fuí en busca de un vaso de gaseosa helada para cada uno, pero claro, yo había dejado abierta la página que estaba mirando y desde la cocina comencé a oir el pitido anunciando un mensaje.

Grande fue mi sorpresa cuando me encontré con los tipos frente al monitor...

-todo bien flaco, pasa que oí el pitido y ya lo conozco más que bien- me dijo Javier mirándome fijo a los ojos mientras yo me ruborizaba y casi suelto los vasos que traía en las manos.

Me hice el boludo y no dije nada, les alcancé los vasos y ellos se metieron en el baño, pero esta vez noté que cerraban la puerta. El corazón me latía a mil por hora, pero lentamente me fui serenando y regresé a lo mío.

Al rato empecé a oir ruidos, y no eran de herramientas. Me acerqué lentamente a la puerta y presté atención, eran gemidos. La pija se me puso dura y dejándome llevar por mi calentura, abrí la puerta y me encontré con Javier apoyado en la pileta, con los jeans en los tobillos y a Ian mamándole una verga monstruosa.

Entré al baño y mientras Javier me ayudaba a sacarme la remera, Ian desabrochaba mis vaqueros y los bajaba junto con el slip para que mi propia verga hinchada saltará frente a su cara.

Me deje llevar. El pendejo era hermoso y la comía de maravillas, al tiempo, Javier, me tenía de atrás, apoyándome ese tronco de carne en la raja mientras me pellizcaba fuerte los pezones. Ufff, podía verme reflejado en el espejo y mi calentura aumentaba de forma acelerada.

Ian empezó a lamerme el ojete, salivándolo abundantemente al tiempo que Javier hundía sus dedos en mi esfínter. Empecé a jadear, a notar cómo se me abría el orto y de pronto Javier me hundió la verga de un solo golpe haciéndome arder. Ian vino en mi ayuda con sus labios rozando apenas los míos, su lengua entrando en mi boca mientras no dejaba de pajearme.

Ya me había acostumbrado a la penetración furiosa de esa pija de burro cuando Ian se acomodó apoyando una pierna en el inodoro, se lubricó él mismo el ojete con saliva y tomando mi miembro endurecido al tope, lo fue guiando a su maravilloso agujero.

Ufff que caliente estaba ese culo y como se tragaba mi pija ! Así estaba yo siendo enfiestado por detrás por Javier y por delante por Ian, cada tanto mirando la escena en el espejo.

En un momento Javier me tomó fuerte de las caderas y lo sentí dar el último envión y en ese momento la humedad en el interior de mi culo, su guasca desparramada en mí.

Y fue casi automático, Ian se apartó de mi nada más para colocarse de modo que la leche que salía a borbotones de mi ano le diera de lleno en la boca. Javier me tomo de la pija, pajeándola suavemente al tiempo que me pedía que le acabara en la boca al pendejo, que la llenara de leche.

Dios!, no pude más y estallé y los primeros gotones le dieron de lleno en la cara al chico que obediente de su rol en la escena, la llevo a su boca para recoger todo lo que aún brotaba de mis bolas. El hijo de puta estaba enchastrado en leche, la de Javier que me había salido del orto y la mía propia, más la suya que le había quedado en las manos después de eyacular presa de la más morbosa excitación, lamiéndose los dedos.

No hubo comentarios, antes de que pudiera darme cuenta, cada uno había vuelto a su trabajo y yo a mi cita en internet, eso sí, antes de irse, Javier me dejo su tarjeta: "JavIan, destapamos cañerías"