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Pagando San Pedro canta

Written by: humillable

Ésta es una historia algo vintage, de mis inicios en el mundo de la dominación.

Corría el año 2006 o quizás el 2007, así que contaba con 28 o 29 años.

Por aquel entonces frecuentaba un chat donde de vez en cuando conocía a gente para sacar mi versión más perversa.

Ese día estaba privando con un señor de unos 40 y pocos años, que en esa época me parecía una edad estupenda (siempre he tenido especial predilección por los hombres más maduros que yo).

Él se presentó como un hombre atractivo, educado y elegante que estaba de paso en la ciudad.

Pasamos al Messenger y pusimos las cams. Realmente él era muy guapo, canoso pero con un atractivo enorme. Hablamos un poquito sobre algún tema intrascendente. Sin duda a mi me gustó y él vio en mi algo que le hizo tomar la iniciativa:

  • ¿Te apetece tomar algo y nos conocemos mejor?

Automáticamente un torbellino de emociones me embriagó. Era ese estado inenarrable en el que tomas las decisiones controlándote pero en realidad te pondrías a saltar y gritar.

Contesté que me gustaría y me pasó los datos del hotel en el que se hospedaba.

Me arreglé tan bien como pude teniendo en cuenta el tiempo de que disponía.

Al llegar al hotel me dirigí a la recepción y pedí por el Señor M. Amablemente, el recepcionista me dirigió hacia su mesa. Él estaba sentado. Al saludarnos mi mano fue fuertemente apretada: en vivo descubrí la fortaleza que el físico del Señor M emanaba. Amablemente me invitó a sentarme.

  • Gracias por venir. - me dijo con un elegante tono de voz.

  • Al contrario, gracias a ti por la invitación... - respondí con una formal, leve y nerviosa sonrisa.

Mi respuesta no gustó al Señor M, que siguiendo ese tono pulcro y con clase con el que se dirigía a mi respondió:

  • Entiendo que no nos conocemos pero es importante que entre nosotros haya un correcto feedback, por eso es esencial que no me vuelvas a tutear. De ahora en adelante te dirigirás a mí como Señor, es una condición sine qua non.

El mensaje entro en mis oídos diafanamente, no hubo opción a la duda y estaba absolutamente dispuesto a seguir sus indicaciones.

  • Perdón Señor. No volverá a ocurrir Señor.

Desde ese momento estuvimos hablando un buen rato, desde cosas banales de nuestras vidas hasta, poco a poco, nuestros gustos sexuales. Su expresión pulcra, su saber estar y su tranquilidad me encandilaba. Sí, estuve todo el rato babeando esperando que alguna palabra o gesto dejase entrever interés por mi.

En un momento dado, el Señor M. cogió el whisky con hielo que le acompañaba desde el inicio, dió un sorbo, lo dejó sobre la mesa y me dijo.

  • Es grata tu compañía pero en la mente tengo más cosas; te ofrezco lo que hay debajo del vaso a cambio de acompañarme a mi suite y estar desnudo a mi disposición. ¿Aceptas?

No acabe de entender sus palabras, pero sí qué me invitaba a subir y desnudarme para él y con la emoción del momento me dejé llevar no se fuese a repensar su invitación...

  • Acepto Señor. - Dije algo titubeante mientras mis ojos buscaban que había debajo del vaso.

Inmediatamente mis ojos se dirigieron hacia el vaso... ¿Qué demonios era eso?

  • Pues cógelo y vamos.

Antes de levantarse sus ojos me siguieron. Yo me abalancé hacia el vaso, lo levanté y descubrí un billete de 100 €. ¡El Señor M me estaba comprando!

Eso me descolocó. Quería tomar una decisión rápida, no dar sensación de inseguridad. Sí hubiese estado solo en medio del bosque no hubiese dudado, pero es que en el salón de un hotel estaban comprando mi sexualidad... y mi voluntad.

Para no perder el tiempo ni la oportunidad de estar con el Señor M., discretamente recogí el billete y lo puse en mi bolsillo. El Señor M. se levantó y con total normalidad nos dirigimos a su suite.

Al cerrar la puerta de su suite, me miró y me dijo:

  • ¡Obedece!

  • Si señor. - y me desvestir. Estaba muy excitado y mi polla estaba muy dura. El Señor M. desapareció en la inmensidad de la suite.

Al volver, con la camisa un poco abierta y una cuerda en las manos, se plantó delante mío.

  • ¿Sabes que te he comprado, verdad? Me gusta utilizar las cosas que compro y si no me sirven, las devuelvo. Espero que seas útil... - dijo mientras ataba la cuerda en mi cuello y me ordenaba arrodillarme.

Empezó a pasearme como un perrito.

  • Tienes un bonito cuerpo... espero que te portes bien.

En el sofá me ordenó recostarme encima de éste. Se sacó una zapatilla y dijo:

  • Veinte euros si aguantas 20 zapatillazos. ¿Aceptas?

  • Acepto Señor. - dije seguro de mi mismo.

Por dentro pensé: va a sacar de mi lo peor a base de dinero pero aguantaré. ¡Error de apreciación! A los 10 zapatillazos ya me retorcía y a los 15 supliqué, intentando voltearme que parase.

  • El servicio está comprado, no hay vuelta atrás. - dijo el Señor M. tirando de la cuerda .

Y retomó los zapatillazos hasta los 20, más uno extra.

  • Siento decirte que el servicio no me ha satisfecho. Te quedas sin el dinero y, lo peor, con un sentimiento de desconfianza por mi parte.

Yo estaba retorciéndome de dolor. Nunca mis glúteos habían recibido tal trabajo. Además me daba rabia por los 20€... ¿Triste? ¿Estafado? ¿Prostituido? Eran sentimientos diversos los que recorrían mi mente.

El Señor M. se fue al mueble bar, se sirvió otro whisky con hielo, me miró y me amenazó:

  • Te he comprado, piensa bien antes de ofrecer un servicio...

  • Sí Señor. Le pido disculpas Señor.

Respiré fondo e intenté recuperarme mientras pensaba en la situación. Todo lo que me estaba sucediendo era bajo mi plena voluntad, yo acepté el juego y el Señor M. merecía ser satisfecho. Tenía que esforzarme mucho más.

  • Tu utilidad depende de la siguiente propuesta. Sí no funciona, adiós. Veinte euros por un masaje integral con tu lengua. ¿Aceptas?

  • Si Señor.

El Señor M. se desnudó dejando solo unos boxers blancos a la vista. Se estiró en el sofá.

Me acerqué a él y comencé a lamerle los dedos del pie, empezando por el pulgar y terminando por el meñique de un pie para, seguidamente, empezar por el otro. Volví a chuparlos todos y sacando toda la lengua lamí las plantas de los pies sin levantar ésta de la piel.

Subí dando pequeños sorbos hasta las rodillas. Mis ojos apartaron la mirada fijándose en la herramienta que escondía el boxer. Una polla dura apuntando hacia un lado estaba allí escondida con un glande bien marcado. Allí paré y salté a su brazo izquierdo, empezando por los dedos de esa mano hasta llegar al sobaco.

Me levanté y pedí permiso para bajarle el boxer. Lo recibí.

Menuda maravilla de polla y de testículos amaneció. Mi lengua reprendió la lamida por el pecho, por el abdomen y esquivó su sexo pasando por la cintura hasta la rodilla.

Salté de rodilla y, con unos sorbitos, fui subiendo por el interior de la pierna hasta que mi nariz rozó con los testículos. Lamí alrededor de su sexo y finalmente me decidí a engullir esas pelotas.

Pero lo que realmente deseaba era esa polla, con ese glande celestial y con una gotita en la punta que denotaba que los 20€ podrían ser míos.

Finalmente la tragué como a mí me gusta, progresivamente desdé la puntita y con suavidad, acelerando y ganando en profundidad hasta mi garganta.

Notaba que mi servicio era satisfactorio y, cuando el Señor M. levantaba sus rodillas, yo chupaba su raja hasta el ano, clavando la puntita de mi lengua en éste.

-Servicio bien realizado, el dinero es tuyo. Veinte € fueron tirados al lado del sofá.

  • Cada vez que visito la ciudad me gusta penetrar a un barcelonés... ¿Veinte euros por follar sin lubricar?

  • Acepto.

Eso se presentaba doloroso y placentero a partes iguales.

  • ¡A cuatro patas!

Poco me esperaba que el Señor M. fuese tan tierno y considerado en su penetración. Estuvo un buen rato entrando y saliendo con suavidad. Al principio con poca profundidad, rato después hasta el fondo.

Pero esa tranquilidad fue turnándose en crudeza y violencia, empotrándome duro mientras me agarraba de las mejillas con la boca abierta y dándome algunas bofetadas.

Cuando se cansó de esa posición me volteó y me folló con la misma rudeza boca arriba.

Mi ano estaba totalmente dilatado y el Señor M. me movía a su antojo buscando esa posición que dejase mi ano bien trabajado y que le diese máximo placer. Su cara era puro vicio y yo... y yo estaba aceptando dinero para entregarme y carecer de voluntad.

Antes de terminar, el Señor M. me ordenó agrupar todos los billetes, doblandolos sobre ellos mismos y meterlos en mi ano. Lo conseguí a pesar de un ligero dolor que me ocasionaba una de las puntas. La extrema dilatación provocada por la larga e intensiva sodomía ayudó al resto.

Sin esperar más el Señor M. me volvió a penetrar, metiendo los billetes más y más adentro con su polla. Finalmente, entre gritos bárbaros, se corrió...

Él se tumbó un rato, gozando de ese éxtasis postorgásmico. Yo aguardaba en silencio.

Poco a poco el Señor M. recuperó la vertical y me miró:

  • Hay dos opciones: te quedas el dinero y no me ves más... o me lo devuelves y la próxima semana repetimos...

Ni lo dudé:

  • Le devuelvo el dinero.

  • Pues te toca sacarlo aquí mismo.

¿Aquí? pensé... Eso me incomodaba mucho... a saber que saldría... Antes de la cita me lavé tan bien como pude, pero el tiempo fue limitado.

Me arriesgué, me puse de rodillas y apreté. Primero salió algún pedo que me sonrojó y dibujó una sonrisa en la cara del Señor M. Luego salió un poco de meo hasta que finalmente los billetes amanecieron.

Los lavé en el baño y me fui.

Nunca más lo vi por el chat ni por el Messenger...

Pagando San Pedro canta

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