el chico mascota - episodio 3: descubriendo nuevas utilidades

Written by: bcn779

A medida que sus citas se iban repitiendo los sentimientos de David iban creciendo. Nunca antes se había sentido tan comprendido por alguien. Las citas con Miguel estaban siempre llenas de normas, pero David se sentía más libre que nunca cuando estaba con él.

Hasta el momento poco había variado desde la primera cita, pues Miguel decía que un chico tan inseguro como David necesitaba unas rutinas y una estabilidad para sentar las bases de una buena entrega. Asi, el miedo de David a decepcionar a Miguel fue desapareciendo y dando paso a una excitación y alegría reales, una felicidad real en el momento de verse que David nunca había experimentado antes. David sabía que al entrar en el piso debía desnudarse, ponerse en la cocina a preparar algo de cena y luego Miguel le haría hacerle una mamada. Lo único que cambiaba de vez en cuando era que Miguel lo agarraba por la cintura y lo llevaba al dormitorio. Allí le follaba a 4 patas sobre la cama, agarrando sus caderas con firmeza, pero con una penetración suave. Aún así, el semen de Miguel siempre acababa en el estómago de David.

Esa tarde David llegó al piso de Miguel, como siempre sin abrir la luz de la escalera y sin hacer ruido. Al entrar, empezó a quitarse la ropa como de costumbre, y ya se dirigía a la cocina, como siempre. Miguel tenía una copa de vino en la mano, también como de costumbre, y le indicó lo que tenía que preparar para la cena.

En la cocina, las cosas estaban preparadas sobre la encimera, como siempre. David se puso a su labor mientras escuchaba los pasos de Miguel acercarse. A Miguel le gustaba ver a David cocinando desnudo. Pero ese día, las manos de Miguel se pusieron en los hombros de David, y eso no había pasado antes. David sintió especie de una corriente eléctrica al sentir las manos de sobre hombre y se quedó inmovilizado.

“Quin te ha dicho que pares?” dijo Miguel con su tono seco y firme.

David continuó preparando las cosas mientras las manos de Miguel le apretaban los hombros y bajaban por la espalda. EN el momento que uno de los dedos de Miguel empezó a ponerse entre sus nalgas, David se volvió a inmovilizar, a lo que, de nuevo, Miguel le exigió con tono más firme que siguiera preparando la cena.

Una mano de Miguel pasó a acariciarle el pecho mientras la otra seguía entre sus nalgas. Un dedo se iba abriendo paso dentro de su ano mientras Miguel le besaba y lamía la nuca. David se intentaba concentrar en la cena, cosa que le era cada vez más difícil.

David siguió cocinando cuando de repente, notó otro dedo de Miguel entrando rápidamente en su ano. David soltó un gemido y su cuerpo perdió algo de equilibro, a lo que tuvo que dejar la comida y agarrarse a la encimera de la cocina. Con el movimiento, parte de lo que había en la encimera se cayó al suelo, lo que provocó que Miguel le dijera “inútil” con un tono fuerte y serio, juntamente con una colleja.

Miguel le dio la vuelta, le volvió a llamar inútil y le levantó como si fuera un peso pluma, sentándolo sobre la encimera. Le agarró del cuello y le forzó a tumbarse hasta que su cabezo chocó con la pared, se colocó de pie entre sus piernas, se desabrocho los pantalones y la clavó la polla sin soltarle el cuello.

Miguel empezó a follarlo de forma más brusca de lo habitual. David se sentía algo incómodo en aquella posición, con su cabeza golpeando la pared a cada embestida y sintiendo que la mano de Miguel cubría todo su cuello. Sin esperarlo, Miguel le soltó el cuello y le dio una bofetada, a lo que David reaccionó con un gemido fuerte. Miguel repitió la palabra “cállate” en su tono fuerte y seco, seguido de otra bofetada, y otra, y otra, hasta que le volvió a agarrar el cuello y l dio unas embestidas más hasta que David sintió como algo nuevo. Era una corriente eléctrica como la de antes. Por primera vez, Miguel se había corrido dentro de su culo.

Pasaron uno segundos con la reparación de ambos fuerte, cuando Miguel le soltó. David tubo que reaccionar rápido para no caerse de la encimera, y al ponerse de pie perdió el equilibro, pues se le había dormido una pierna. Miguel le agarró para que no se cayera, y con cierta suavidad le acompañó hasta el suelo donde lo dejó tumbado.

Miguel se abrochó el pantalón y volvió a coger la copa de vino. Mientras se dirigía al sofá de nuevo le dijo a David que no hacía falta que terminara la cena, que ya podría marcharse.

Estas palabras le sentaron como un jarrón de agua fría a David. Por primera vez en sus citas, tenía la sensación que algo había fallado y que Miguel no tenia esa cara de satisfacción habitual. Su cabeza ya empezó a acelerarse mientras se vestía, mirándose a Miguel esperando una nueva reacción o unas palabras que le sacaran esa horrible sensación. Miguel estaba en silencio.

“Pues me voy, si no necesita nada más” preguntó David, casi suplicando que Miguel le mirara a la cara. “Puedo terminar de prepararle la cena, si quiere” seguía diciendo David.

“Vete ya” dijo Miguel, sin moverse del sofá con su copa de vino en la mano. David abrió la pueta y salió. Bajó las escaleras a oscuras, aun procesando lo que había ocurrido y no podía contener las lágrimas. Tenía la sensación de haber perdido a su hombre y ni siquiera era capaz de entender exactamente por qué. No pudo contener las lágrimas y empezó a llorar, con el pulso acelerado y una sensación de vacío en su interior que nunca antes había experimentado.

David llegó a su casa, eran las 8:45 de la noche. Su padre estaba como siempre en el sofá y su madre ya le llamaba desde la cocina, preguntando donde había estado. David se fue directo al baño e intentó reponerse para que no fuera tan evidente que había estado llorando. Escuchaba su madre llamarle sin entender que decía. Pasados un par de minutos salió y empezó a preparar la mesa para la cena. Cenaron en familia como cada día, su madre le hacía el típico interrogatorio el detallo de todo lo que había pasado durante el día y David intentaba contestar sin decir mentiras, pero sin contar toda la verdad. Cada vez era más difícil conseguirlo.

Por la noche, David se puso el pijama y se miró al espejo. Con la camiseta se dio cuenta que tenía un par de pequeños moratones en el el cuello. Por suerte su madre no se había dado cuenta, pero tenía que vigilar el tipo de ropa que se ponía. Se acarició los moratones pensando en Miguel, y la sensación de vacío regresó. Ya no contemplaba vivir sin él. ¿Estaba enamorado? ¿O era algo más intenso? Las ganas de llorar se apoderaron nuevamente de él y se encerró en su habitación.

David no podía dormir, no dejaba de dar vueltas a lo ocurrido y preguntándose que había hecho mal. Le costaba creer que nunca más vería a Miguel.

Cansado de dar vueltas en la cama, encendió su ordenador dispuesto a leer las conversaciones con Miguel. Había un mensaje nuevo. Su corazón se aceleró.

“Mientras vivas con tus padres no puedo dar rienda suelta a mis necesidades. Hoy tuve un mal día y gracias a ti me he relajado y me ha pasado un poco el mal humor. Hasta el jueves”

Una sonrisa de apoderó nuevamente de David. El vació desapareció. Parecía que no solo no había perdido a mi hombre, sino que había encontrado una nueva utilidad.