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De macho a esclavo 8

Written by: Sensiflexi

Este relato no es mío lo publico para qué sepáis el amo que deseo encontrar

Venga, muchacho, quiero hacerle cariñitos…

En cuatro patas y tragando saliva, Joe se acerca al hombre, quien le sonríe atrapándole la nuca con una mano y llevándole a su entrepiernas donde ya destaca un buen bulto. La nariz del muchacho golpea allí y sabe lo que esperan de él. De la perra. Rojo de mejillas olfatea como si de un sabueso se tratara, recorriendo la enorme curvatura con el rostro, resollándole encima. Siente un extraño desasosiego cuando oye las risitas de aprobación, cuando nota que su padrino se tensa, excitado.

-Eso nadie se lo enseñó. –informa Richard.

-¡Es toda una perra! –gruñe Arnie, mirando entre sus piernas al muchacho que vio nacer, el hijo de su mejor amigo, ahora allí, desnudo y depilado, muy bronceado, vistiendo un hilo dental de cuero, frotando el atractivo y viril rostro de su entrepiernas.

-Aún no, pero lo será. –promete Richard, mirando la escena con una sonrisa de indulgente orgullo. Su chico sería la mejor de las putas de La Casa de las Perras Deseosas, se dice mientras admira sus redondas nalgas muy canelas, aún viéndose parte de la antigua piel clara, cosa que desaparecerá totalmente con nuevas sesiones de bronceado, con la caliente y erótica tirita del hilo dental cubriendo su raja interglútea, por no hablar de las botas negras y del collar alrededor de su cuello. Suelta la correa.- Diviértanse bastante. Estaré cerca. –aconseja y advierte mirando a Joe mientras sale, acomodándose su propia tranca erecta. Ese muchacho si que hacía subir la temperatura, cuando Arnie terminara con él tendría que desahogarse también.

Una vez a solas, Arnie retira el bonito rostro masculino de su entrepiernas mientras se abre la bragueta.

-¿Sabes una cosa, muchacho? Lo sabía. Sabía que terminarías como una puta tragando vergas. -informa mientras le sonríe, asintiendo.- Oh, si, recuerdo cómo te gustaba exhibir tu cuerpo cuando las familias iban a la playa o al lago, disfrutando saber que te miraban. Cómo cuando practicabas futbol, todo transpirado en tu ajustado uniforme, te paseaba por los vestuarios pavoneándote. -le sonríe, asintiendo otra vez mientras Joe frunce el ceño y niega.- Oh, si, imagino que tú también lo sabías, ¿verdad? Qué todos esos chicos las tenían caliente soñando con arrojarte sobre una banca y llenarte el culo de güevos. –y mientras lo dice saca su verga rojiza, no totalmente dura, agitándola.- Ven por un bocado, muchacho, ¿recuerdas que siempre te decía que debías comer más en las barbacoas en casa de tu padre? Me refería a esto, ya en ese entonces soñaba con tenerte así, en cuatro patas, salivando esperando cometerte mi güevo; aunque nunca creí que se diera. Pensé que morirías creyéndote un macho.

-Padrino… -gimotea, pero el otro le atrapa la nuca y lo lleva sobre su verga.

Arnie gime cuando los carnosos labios chocan de su tranca, estremeciéndose todo. Cuando se la mete, sintiéndola atrapa por la cálida y húmeda cárcel, jadea sonriendo, endureciéndose más. No había nada mejor que un carajo joven mamándotela, era una de esas verdades de la vida. Joe arruga la cara, esa verga huele a orine y bolas; cuando cae sobre su lengua, esta pica por el amargo sabor.

-Chupa. –ordena tendiéndose y dándole una fuerte nalgada que le hace gemir y comenzar a mamar.- Ah, si, sabía que lo harías bien. Hummm… Eso es, muchacho, atrápala así. Oh Dios, te ves tan bien haciendo esto. Mamarle la verga a un hombres es un arte, algunos no aprenden nunca, pero para estar aquí desde anoche lo haces increíblemente bien, muchacho. Ohhh, si, apriétala así con las mejillas. Se nota que Richard y los otros te han estado instruyendo bien en tu nueva vida. –le atrapa la nuca y lo hala, metiéndosela toda y dejándole atrapado contra su pubis, nariz dentro de la bragueta.- Aunque esto es puro talento natural. –sonríe cuando el muchacho intenta alejarse y tomar aire, ahogándose, lengüeteándola, soplándola y medio mordiéndola.- Cuidado con esos dientes, perrita. –le da un nuevo azote. Le deja escapar y Joe, rojo de cara y ojos llorosos por el esfuerzo, tose, mirándole suplicante. Le sonríe.- Mira como me la tienes ya de dura… Vamos, saboréala un poco más.

Joe quiere escapar, ponerse de pie y correr, pero no sabe qué puede hacerle Richard. Le teme de una manera terrible. Tragando en seco acerca el rostro y con la punta de le lengua comienza a recorrer de arriba abajo el nervudo y ardiente tronco, el cual se estremece. El sabor llena su lengua cuando traga, azotando ahora el ojete del glande de donde mana gran cantidad de jugos. Suspirando de agrado, Arnie sonríe mientras sus manos grandes y callosas recorren al delicioso muchacho; una en la espalda, encontrándola recia y firme, la otra por debajo acaricia y aprieta sus tetillas, estimulando sus pezones al medio rascarlos con la punta de los dedos. Eso le provoca escalofríos al muchacho, no del todo desagradables, aunque ese mismo pensamiento sea peor a lo que ya le ocurre.

-Vaya, tienes tetas sensibles, ¿eh? Es bueno saberlo. -aprieta ferozmente una, haciéndole gemir, y Joe no sabe si de dolor o placer, cuando cubre con la boca la enrojecida cabeza chupando los juguitos.- Mierda, eres tan pecaminosamente bonito que provoca hacerte maldades. –le informa, la mano bajando por su espalda, recorriendo y comprobando sus nalgas, enterrando los dedos en la piel suave, cálida y firme.

Eso le gusta, había algo tan suciamente prohibido en acariciar a otro hombre así, sobre todo uno que siempre se había creído heterosexual, que tenía la leche casi a punto. La mano, dedos abiertos, acaricia una nalga marchando hacia la raja, provocándole piel de gallina al muchacho. Cuando los dedos chocan del cuero, estos bajan recorriendo el hilo dental, acariciando y empujando. El hombre sabe lo que hace, se detiene, casi montado sobre el muchacho que ahora tiene la verga clavada hasta la garganta, sobre la entrada del culo. Con sus dedos tamborilea sobre él, sabiendo que eso despertará ecos dentro del muchacho, quien gime con los ojos nublados, mejillas rojas y la nariz otra vez en ese pubis, pero mamando todavía. Joe cierra los ojos, aunque él mismo parece no notarlo, cuando uno de los dedos lucha y entra bajo el hilo de cuero, acariciándole la entrada del rojo y lampiño culo. Cuando el dedo se mete, Joe casi solloza tembloroso, su boca subiendo y bajando sobre ese falo que mana enormes cantidades de jugos. No quiere pensar en nada de eso, en todas esas sensaciones que le recorren, pero su cuerpo esta tenso y listo para ser usado.

-Tan puta, muchacho, si tu padre te viera… -le susurra mirándole la nuca, antes de volver los ojos a esas nalgas. El dedo se agita, sin salir, de manera circular, notando como se arquea el muchacho, como su culo se cierra salvajemente sobre el dedo.- Estás tan necesitado de esto… -le saca el güevo de la boca y Joe jadea ruidoso, labios hinchados, mandíbula bañada en saliva.- ¿Estás caliente, verdad? Esto te gusta como nunca te han gustado los coños de las tías, ¿no es cierto? –demanda saber.

-No… no, padrino, yo no soy ningún marica… -lloriquea.- ¡AHHH! –no puede evitar gritar cuando Arnie, sin sacar el dedo, se las ingenia para agitar la punta hacia abajo, buscando su próstata, provocándole espasmos en las entrañas.

-Tienes el culo bien mojado, muchacho. Mi dedo te está llevando al borde del orgasmo, ¿cree que eso hacen los hombres de verdad? Te encanta que juegue con tu orificio de amar…

-¡No! ¡Esto no me gusta! –grita, agitado, sosteniéndose con ambas manos sobre el piso, aterrado al notar que su culo se agita un poco, como meciéndose, apretando ese dedo que se mueve en su interior.

-¡Estás tan cachondo! –se burla el hombre.- Eres la viva imagen de la puta deseosa de machos. Una hermosa, caliente y puta zorra que quiere ser follada toda la noche por los hombres. Por todos los hombres.

-No, padrino, no diga eso… -gimotea, lloroso.

-Si tu padre te viera ahora… -sonríe cruel, su palma apoyada en la tersa piel, su dedo entrando nuevamente, rotando algo rudo de manera circular.- Creo que también se excitaría. ¿Te gustaría eso, perra? ¿Ver a tu padre excitado oliendo tu coño, buscando tu aroma a puta necesitada? –luchando contra la tira de cuero, entierra ahora dos dedos.- ¿Lo imaginas explorándote así, con sus dedos, tú gimiendo bajo su tacto? ¿Puedes imaginar su verga dura y gorda goteando por ti y tú pidiéndole que te la meta toda o te mueres de necesidad?

-No, padrino. ¡No! ¡No! –jadea, ojos atormentados, cada palabra provocándole escalofríos.

-Seguramente si sintieras la punta de su verga en tu coño mojado en este momento, te correrías de pura emoción, mojándole los pies con tu leche. ¿Te imaginas corriéndote por su cogida mientras te llama puta y él llenándote el culo con su esperma? –se burla, voz baja y ronca, satisfecho de la reacción física del muchacho, su llanto desolado, también sus temblores que no podían ser sólo de miedo o asco; lo esperado en su descenso a la categoría de juguete sexual.- Ven a los brazos de tu papi. –ordena sacándole los dedos del culo y atrapándole por la axilas, alzándole hasta quedar de rodillas entre sus piernas. No le sorprende ver sus ojos cuajados de lágrimas, de rabia e impotencia. De frustración.

-Padrino, ayúdeme… -pide, quiere salir de ahí, olvidar toda esa pesadilla. Se tensa cuando el rudo hombre atrapa su barbilla con una mano, casi íntimo.

-Claro, muchacho… estoy aquí para ti. –y le hala, envolviéndole con sus brazos y piernas, apoyando el rostro contra su torso, las rudas manos recorriendo sus hombros y omoplatos, bajando sobre la suave y sensual piel.- Eres tan guapo, muchacho, esa es tu perdición. Tu aire de machito insolente pero con el hambre de güevos en tus ojos, te perdió…

-No, ¡no, padrino! –gimotea aterrado, intentando alejarse del hombre, de sus manos calientes que recorren cada palmo de su piel despertando escalofrió, de la verga imposiblemente dura aplastándose contra su abdomen, sintiéndola latir, sabiendo que de ganas por él. Casi grita entre dientes cuando las manos van a sus nalgas, acariciando y amasando.

-Tan caliente, tan suave… -le gruñe tocándole todavía, separándose un poco y lamiéndole el cuello.- Hummm… sabes tan delicioso, a pura puta. –y muerde.

-Padrino… -suplica, temblando todo, tensándose y dejando escapar una bocanada de aire cuando una de las manos, bajando por su espalda, se mete dentro del pequeño triangulo invertido de su hilo dental, quemándole.

-Papá; me vas a llamar papá. –le ordena, alzando la mirada, feroz y predador.- Der ahora en adelante seré tu papá, presente aquí para satisfacerte. De pie. –ordena, y tembloroso, el muchacho lo hace, haciendo sonreír al hombre ante tanta belleza. Joe era alto y musculoso, totalmente lampiño y bronceado, llevando su collar, botas y esa diminuta tanga de donde sale medio güevo erecto a pesar de todo lo que decía pensar o creer.- Mierda, eres tan rico… -y sus manos van a los costados, recorren el abdomen marcado, suben a las tetillas que oprime, y bajan… los dedos rozan la prendita sensual.

-No… -grazna intentando detenerle con sus manos.

-¡Aparta! –ruge.

Tragando y escogiéndose, Joe obedece, ganándose una sonrisa del otro, el cual comienza a bajar una de las tiras que cruza una de sus caderas, jadeando el hombre ante la visión de aquel centímetro de piel más clara en un mar de carnes bronceadas. Loco de lujuria la lame y muerde, bajándola un poco más, descubriendo la franja de piel más pálida de la otra cadera, la cual lame también, la mirada fija en el triangulo de cuero que no cubre la verga, bajándola, el pubis lampiño, dos o tres centímetros por encima del pene de piel clara, dado lo diminuta de la prenda. Esas marcas le enloquecen y eso que mientras lame esa piel salina, transpirada y tibia, deliciosa, todavía no ve las que rodean la parte posterior de su cintura, se unen sobre las nalgas y se pierde dentro de las mismas.

Joe cierra los ojos, tembloroso, sabiendo que todo eso está muy mal. Ese hombre era realmente como un padre para él, y ahí estaba lamiéndole, tocándole, acariciándole muslos abajo mientras le despoja de la prenda.

-Alza la pierna. Así. Ahora la otra. –le ordena, sonriendo cuando la pequeña tanga queda en sus manos, mirando de ella al muchacho.- Te compraré hermosa lencería. ¿Te gusta la seda, putita?

-Padrino… -gime, casi botando sobre sus pies cuando ve la mueca disgustada del hombre.

-Te dije que soy papá. ¡Debes llamarme papa! –le grita, halándole por un brazo y derribándole entre sus piernas. Joe chilla cuando su panza queda sobre un muslo de Arnie, quien le retine con una mano por un brazo que lleva a su espalda, mientras con la otra mano sube una de sus piernas sobre su otro muslo; ahora el muchacho, desnudo a excepción del collar y las botas, está de panza sobre su regazo, abierto de culo al tener una pierna sobre el hombre, la otra medio flexionada sobre la vieja alfombra.- ¡Papá, llámame papá! –le grita mientras comienza a nalguearle.

El muchacho grita sorprendido cuando la palma, recia y callosa, cae con fuerza sobre su nalga derecha, con un sonoro paff, que arde, pica y duele. Joe le grita que no e intenta meter una mano, pero el hombre sabe lo que hace, mirándole la nuca, sonriendo, sube y baja la mano lentamente, con rudeza calculada, de una nalga a la otra. Cada azote hace gemir al muchacho sobre sus piernas, cosa que hace jadear a Arnie. Sube la mano y la baja duro, dejándola sobre la tierna carne que quema. Sube y baja dándole tres rápidas nalgadas a la izquierda y el muchacho grita feo. Joe intentó insultarle, cubrirse y escapar, pero el hombre lo retenía bien, y las nalgadas se repetían una tras otra, hasta que comienza la única defensa que le queda.

-No, no… -solloza como un niño, gritando y alzando las nalgas cuando le dan.

Ya perdida toda dignidad y vergüenza, Joe parece un crio mal portado recibiendo su castigo. Su llanto, sus súplicas de que le deje, que no siga, los “por favor, padrino, no” se repiten una y otra vez. Pero Arnie continúa, no sólo porque disfruta demasiado el sentirlo estremecerse sobre sus piernas, aplastándole rico la verga, o sentir la del muchacho muy dura y babeante mojándole el pantalón; ni por la increíble sensación de poder que experimenta al tenerle así, al enorme muchacho que en condiciones normales podría joder de un carajazo a cualquiera en un bar, llorando y suplicando piedad; lo hace también porque es necesario, es parte de su entrenamiento, quebrarle. Aunque espera de corazón que Joe resista más, porque azotarle y recorrerle las nalgas que parecen en llamas, era demasiado delicioso.

La mente de Joe es una masa roja de vergüenza, dolor y humillación; sus nalgas se agitan, contraen y endurecen cuando la mano va y viene, con método. Palmadas recias. Odia eso, odia a ese sujeto, odia su vida… porque esa mierda dolía horriblemente, y sin embargo alguna vaina muy adentro de él estaba segregando algo que le calentaba la sangre y le erizaba la piel. Sabe que sus tetillas y verga estaban imposiblemente duras.

-No, ya no… -estalla al fin, frente arrugada, cara bañada de llanto, la nariz goteando, la boca es un ovalo de dolor y angustia.- Por favor, no me castigues más, papá… Lo siento, lo siento mucho… papá.

De macho a esclavo 8

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