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El inocente 4- Invocando un infierno.

Written by: Canis_addictus

La patada despertadora fue esta vez en las bolas; por lo que su cuerpo se hizo un ovillo antes de que la bota lo empujara: cayó directo en la buchaca y Samuel pegó un grito de terror. Afortunadamente el tío lo había atado antes del pecho, por lo que solo cayó un poco antes de quedar colgado. Después de soltar la carcajada; el tío lo subió y lo colocó en cuatro sobre el piso; la loza y el baúl volvieron a su sitio. Samuel recordó los eventos del día anterior y la rabia causada por la broma pesada peleaba contra la cautela: el tío había tenido un ánimo muy errático desde su llegada y no quería provocar otro de sus accesos de ira.

-Traté de despertarte antes puto; pero estabas como privado. Ya casi son las once; así que te perdiste el desayuno de nuevo. La casa ayer ya era una porquería; pero con lo de anoche, la dejaste inmunda. Tengo otra carga que negociar; pero es cerca y quizá vuelva antes de las tres. Cuando vuelva, quiero este lugar brillando de limpio; los trastes lavados, las cobijas dobladas y sacudidas las repisas y los libros. Cuando termines; quiero que vengas a este lugar y hagas diez sentadillas, diez lagartijas y veinte abdominales cada diez minutos: podrás descansar entre esos tiempos, pero te quiero en cuatro patas mirando hacia la pared del rincón donde dormiste. No te quiero ver echado o haciendo otra cosa cuando llegue o ya sabes como te va a ir. Te dejé tres cubetas ahora; para que veas que no soy malo. Es todo puto; ahora clava la mirada al piso y no te atrevas a moverte hasta que escuches la puerta cerrada. Ya te imaginarás que pondré el candado de nuevo. - Samuel escuchó el rechinido de la puerta; esperaba el golpe para ponerse de pié; pero el tío todavía añadió...-Ah, y ya sabes que sentarse en mi silla está prohibido. No me hagas arrepentirme de darte asilo en estos tiempos de crisis.

...

La puerta se abrió y los ojos de Agustín inspeccionaron el lugar. La casa estaba limpia, las cubetas apiladas, las mantas en su sitio y su sobrino sudaba elevando y bajando su pecho con los brazos. El tío se acercó; el cuerpo de su sobrino estaba elevándose de nuevo cuando la bota lo aplastó contra el suelo.

-Descansa puto. Pero para la próxima vez, haz bien los ejercicios. Tienes que bajar hasta tocar el piso con tus pezones y abrir más los brazos. Ahora quédate allí tirado y no te muevas hasta que te diga.

El hombre jaló la silla y se sentó. Tomó la taza: el café estaba tibio, pero todavía era agradable de beber. El tío le dio un sorbo. Asintió con la cabeza.

-Mira putito; si no eres tan inútil como pareces. Pese a ser soluble, te quedó muy bien. Aunque un poco de azúcar no hubiese hecho daño.

El tío se puso de pié y fue hacia el estante de la estufa. Tomó el azucarero y una cuchara: noto algo extraño, así que también tomó el frasco de café. Se escuchó el tintineo de una cucharilla y Agustín continuó bebiendo mientras miraba el cuerpo de su sobrino. Se estaba volviendo obediente; pero no lo suficiente, pensó.

Samuel respiraba tranquilo. Había tenido que repetir los ejercicios como diez veces; ya que su tío tardó un poco más de lo esperado; pero por lo menos había llegado de buen humor. Minutos después, vio la bota aparecer frente a su frente. Escuchó el silbido previo; pero aún así el azote le cayó de sorpresa y lanzó un grito; el cuero cruzó veinte veces su espalda antes de de detenerse. Temblaba de dolor y miedo; pero aún así reunió ánimo para levantar la mirada. Para su sorpresa, el tío estaba tranquilo y solo estaba colocando de nuevo el cinturón en su sitio. Lo hizo rodar con la suela del zapato, y lo irregular del concreto castigó su espalda ya de por si ardida.

-No soy un monstruo puta. Puedo entender que tenías hambre y lo único que había en la casa era el café. Pero como no creo que hayas bebido de la olla; estoy seguro que usaste mi taza; y eso si que me causa mucho asco. Ahora ponte de pié y sígueme. Vas a ir siempre dos pasos atrás de mi y siempre mirando al piso. Y no creas que porque voy al frente no te voy a ver, animal.

...

El ritual del baño se repitió; y de nuevo las enormes manos de Agustín secaban con un trapo su cuerpo. El tío le ordenó entonces ponerse en cuatro. Tomó una bolsa que había traído de su salida. Sacó de ella un consolador con chupón de tamaño considerable y buscó algún objeto adecuado. Lo aseguró en un tambor de un enfriador que estaba cerca. Ordenó entonces a su sobrino andar hasta allí y arrodillarse frente al falo de goma.

-Anoche estuviste fatal, puto. Me habían contado que los maricones daban mamadas buenísimas, pero comparada con las que he recibido de las viejas que me he ensartado; la tuya fue un asco. Esta verga tiene más o menos el mismo tamaño que la mía. Quiero que te ensartes tu mismo cincuenta veces en ella; sin que tosas, sin que te atragantes y sin que des arcadas. Puedes tomarte hasta cinco segundos de descanso entre intento; pero si te tardas más o no controlas tu garganta de zorra, empiezas de nuevo. Y nos vamos a quedar aquí hasta que lo consigas; si es que dudas de eso.

Samuel se sorprendió de como le lastimaron las palabras de su Tío, tomando en cuenta todo lo que le había hecho desde que llegó. De todo lo ocurrido; la experiencia de anoche había sido lo único que le parecía haber dado cierto valor a lo vivido en ese sitio...y para su tío había sido un asco. Había abierto la boca para jadear cuando la manaza lo empujó por la nuca ensartándolo hasta que su nariz se estrelló contra la lámina. Sintió como el líquido de su estómago le subía hasta la garganta y le quemaba hasta la nariz. Estuvo varios segundos atrapado hasta que al final la mano se retiró y pudo zafarse. Tosió como tísico y estaba a punto de caer; pero la mano lo sujetó de los cabellos y lo puso enfrente de nuevo.

-Muy mal. Esa no cuenta. Y ya pasaron casi diez segundos. Ensártate tu mismo o vuelvo a hacerlo yo; y así te va a costar más trabajo. ¿Qué esperas puto?

Samuel abrió la boca y se lanzó de lleno esperando poder hacerlo lo suficientemente rápido para no tener el reflejo; pero apenas el glande de goma tocó la laringe, de nuevo soltó la arcada.

-Muy mal. Seguimos en cero. Tres, dos uno...¡Ensarta ya!

...

El cielo estaba pasando de rojizo a violáceo: el sol había desaparecido hacía varios minutos. El cuerpo de Samuel temblaba en una especie de mezcla entre jadeo e hipo continuo. Miraba el objeto; después a su tío y de nuevo al objeto. Lo más que había logrado habían sido cinco introducciones seguidas, y llevaba ya horas intentándolo. Su cuerpo estaba totalmente quemado por el sol; pero eso era nada en comparación con la sensación de fuego en su garganta. El tío lo observaba con una mezcla de decepción y condescendencia.

-Eres un inútil puto. Te dejaré ir esta vez vivo; pero tienes que mejorar, o te juro que yo mismo te llevo a la plaza del pueblo, te amarro en un poste y le grito a la gente para que te hagan todo que dicen que mereces por lo que creen que hiciste.

Samuel oía; pero le costaba trabajo entender. De pronto la imagen de la chica apareció en su mente. Volvió a mirar a su tío. ¿De verdad no guardaba un poco de compasión para él?

El tío sacó entonces otro objeto de la bolsa. Era un pequeño contenedor de plástico, el cual abrió y llevo junto a su sobrino. Derramó el contenido sobre el charco de babas y jugos que se había formado bajo el dildo. Carraspeó un poco y echó un gargajo sobre el guisado. Abrió los botones de su pantalón y sacó su verga: lanzó el contenido de su vejiga para terminar de aderezar la masa. Samuel miraba sin poder creerlo. Sabía lo que venía a continuación; pero todavía guardaba cierta esperanza de que no... Su tío chasqueó los dedos y señaló la masa. -¡Come!

Samuel apoyó las manos sobre el piso: no se atrevía ni a tocar esa masa aquerosa. Cerró los ojos e hizo un intento de bajar; pero se detuvo a centímetros de ella. Pudo mirar que el tío se había puesto de cuclillas a su lado y lo miraba.

-¡Come!

Samuel volvió a cerrar los ojos. Intentó moverse, pero no podía bajar. «Por favor» musitó. -¡Come!- fue la respuesta. De pronto, sintió la mano de su tío sobre su nuca; lo empujó sin prisas; casi con suavidad. Intento girar la cabeza; la mano asió sus cabellos y lo colocó de nuevo en posición. El olor le llegaba...era desagradable; pero no tan malo como lo había esperado. Sintió entonces una mano acariciando su espalda; pese a los ataques, el tacto fue tan suave que logró relajarlo y no lastimarle la piel castigada.

-Come mi putito. Debes estar muriendo de hambre.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. De nuevo esa voz; de nuevo esa palabra; de nuevo ese tono que no esperaba volver a escuchar. Cerró los ojos y se lanzó con valor y tomó un buen bocado. Levantó la cara y la boca se le abrió dejando escapar el bocado; pero no era por asco, sino por que la garganta le dolía demasiado. Intentó voltear, pero tuvo miedo de lo que vendría. De pronto, capto el brillo en los ojos de su tío: ¿Preocupación...quizá culpa? De nuevo la mano lo dirigió hacia el alimento: lo volvió a intentar, y esta vez pudo tragar un poco. Dio otro bocado...y luego otro...y otro más. Sintió la mano de su tío acariciando su cabeza: ¿Lo estaba humillando o era un gesto de cariño real? Dio otro bocado. El tío seguía con la verga de fuera; la levantó y lanzó un chisguete de orina justo en la cara de su sobrino. Era humillación entonces; pero no importaba; se sentía como un cariño.

Quedaban pocos restos cuando la bota del tío revolvió todo con el polvo; luego pateó suavemente el hocico de su sobrino, y este comprendió que había terminado. El tío levantó el dildo, que se había despegado minutos atrás y lo llevó hacia una cubeta que todavía tenía agua. Lo limpió bien con jabón y agua. Miró a su sobrino cuando se percató de que este había volteado a verlo. -¿Qué? ¿Todavía quieres que te lo ensarte en el culo, puto jarioso?- Soltó una carcajada y metió el objeto de nuevo en la bolsa. - Lo siento puto, pero esta noche no. Estoy cansado y solo quiero llegar y acostarme.

El tío levantó la cubeta, la llevó junto a su sobrino y se la vació en la cabeza. Luego le tiró un trapo. -Sécate, que tu cara da más asco que de costumbre.- Soltó. Samuel se apresuró a obedecer. El tío le ordenó coger el trapo y seguirlo hacia la casa. Antes de entrar le ordenó dejar el trapo afuera. Cuando el sobrino cruzó la puerta, el tío la cerró y le ordenó ponerse de cara contra la pared. Llevó sus manos a la espalda y las volvió a esposar igual que antes; con las palmas mirando hacia afuera.

-No es que me moleste: creo que es divertido; pero esto dificulta usarte si tengo alguna necesidad durante la noche. A ver si un día de estos puedo arreglarlo. Mientras tanto sígueme y ponte de rodillas a los pies de mi cama.

Momentos después, el tío se quitaba los zapatos. Sacaba uno de sus calcetines cuando sintió de nuevo la mirada de su sobrino sobre él.

-A ver puto. ¿Qué te traes? Suéltalo.

-Tío...-No sabía lo que iba a decir. Tenía tanto guardado...tanto que quería decir...tantas preguntas y tantos sentimientos...pero solo acertó a decir- ...¿Usted me odia?

Por primera vez, el sobrino logró hacerlo dudar: no esperaba esa pregunta. Agustín miró hacia otro lado y se sacó el otro calcetín. Le ordenó a su sobrino abrir el hocico; este obedeció y metió allí el par de prendas sudadas y sucias. - Para que dejes de decir pendejadas puto.

El tío se quitó la camisa dejando su hermoso torso al descubierto: sonrió al ver como la verga del joven se empalmaba lentamente. Se quitó luego el pantalón y quedó en calzones. Estaba por quitárselos cuando vio brillar los ojos de su sobrino. No pudo evitar reír y se acercó un poco a la base del catre. Le cogió de las greñas y le soltó dos bofetadas ligeras.

-Allá afuera hay un montón de gente queriendo matarte; y yo te tengo aquí escondido y seguro. Cada que puedo, tengo que fingir que te mataría si llego a verte solo por obtener información sobre como sigue tu situación. Te estoy cuidando putito; ¿Como crees que yo podría llegar a odiarte?

Parecía una burla: pero por alguna razón sus palabras tranquilizaron algo dentro de Samuel. La mano de su tío se volvió a posar sobre su cabeza y lo miró sonreír. De pronto, la imagen del demonio del grabado se superpuso sobre la de su tío: un escalofrío le recorrió la espalda.

-Bueno putito. La verdad es que no te lo has ganado; pero puedes dormir a los pies de mi cama esta noche. Solo no hagas ruido, que de verdad estoy cansado. Ya veremos mañana como podemos hacer que seas un mejor puto. Quédate con mis calcetines en el hocico: se que te debe estar gustando el sabor.

El tío se puso de pié y apagó la luz. Cuando Samuel sintió que su tío se había acomodado, intentó él hacer lo mismo. De pronto cayó en cuenta de que llevaba ya casi una semana, quizá más tiempo, durmiendo sin una manta...o colchón...o lo que fuera. De nuevo se sintió humillado; ¿Pero por qué razón su mente funcionaba tan lento para esas cosas? Afortunadamente había espacio suficiente para apoyarse en el muro con el cuerpo estirado. Estaba a punto de dormirse cuando escuchó. - Ah, y por cierto puto. Más te vale no cagarte aquí porque te parto tu madre.

....

-Una vez terminadas las vueltas, debemos quedarnos con los ojos clavados en el sigilo, con la piedra en la mano derecha y la antorcha en la izquierda. Si todo se ha hecho bien; el demonio aparecerá frente a nosotros. Manténganse firmes, porque si alguno de nosotros muestra debilidad, el demonio atrapará su alma con cadenas y lo volverá su esclavo por toda la eternidad. Si todo sale bien, ofreceremos la sangre de una criatura embarazada, una coneja, e iniciaremos el cántico del cierre. Estas dos partes también son importantes. Si el demonio no recibe la ofrenda que se le prometió, buscará la forma de obtenerla en el mundo, y al incumplido le arrebatará lo que más quiere. Finalmente, si no cerramos el ritual, quedará un portal abierto que puede resultar muy peligroso. - Explicó Carlos por tercera vez.- ¿Quedó todo claro?

-Vaya estupidez.

-Pues puedes irte si tienes miedo David. No nos haces falta.

-Para cerrar un espacio, requieres por lo menos a tres personas. El triángulo es el polígono más simple que existe.

Los otros dos chicos contuvieron la risa. La verdad es que Samuel tampoco creía que un demonio se fuese a presentar en medio del campo solo porque tres chicos caminaran sosteniendo objetos y recitaran versos; pero David tenía una forma de decir las cosas que...era muy propia de él.

La mayor parte de la gente creía que a David le faltaba un tornillo; lo cierto es que su comportamiento era atípico; presentaba algún tipo de patrón autista. Por esta razón tenía pocos amigos. Era cierto que solo lo habían llevado porque necesitaban un tercer participante; pero escucharlo a él mismo declararlo pues... Samuel estaba allí solo por ayudar a su amigo; quien sabía que se tomaba todo esto muy en serio y, bueno, tal vez podría ser divertido.

Carlos sacó una bolsa de plástico con un polvo blanquecino: Samuel no pudo evitar admirar la destreza con que trazó un símbolo tan complicado sobre el suelo. Sacó luego una brújula y procedió a colocar una vela, un vaso con agua, un espejo y una roca de color verde con mucho cuidado, apuntando a los cuatro puntos cardinales.

-Muy bien; ya saben. En cuanto el demonio aparezca, los mirará de frente; es entonces cuando deben pedir lo que quieran, y él juzgará si son dignos de recibir el don. Pase lo que pase; no se salgan del espacio marcado.

Los tres chicos formaron un triángulo sobre un círculo que habían trazado antes con sal pintada de amarillo. Comenzaron a caminar dando vueltas sobre él mientras entonaban las dos estrofas que Carlos les había obligado a aprender. Aunque concentrado; el chico no se arrepintió al ver que el «tontito» cumplía muy bien su papel. Dieron algunas vueltas; Carlos se detuvo frente al espejo y e hizo una oración a Lucifer antes de continuar. Hizo lo mismo cada cierto tiempo sobre un punto diferente; mencionando loa nombres de Belial y Leviatán. La última parada fue frente a la vela encendida; donde pronunció la oración a Lucifer. Samuel intentaba mantenerse serio; pero no podía evitar conmoverse ante la pasión que ponía en esto. Como alguien que acudía a misa obligado cada semana en su infancia; comparaba el fervor de su amigo con el de las señoras que se reunían en el templo a rezar rosarios después del servicio habitual.

-Veni ad me Asmodeus. Vení ad me diavolus. Veni ad me Asmodeus. Veni ad me Diavolus. Veni...

Lo que vino después los sorprendió de sobremanera. La débil flama de la vela se transformó en una gran hoguera, de la cual surgió un enorme ser humanoide. Samuel había quedado frente a su amigo; por lo que al principio solo pudo observar una espalda ancha y musculosa cruzada por dos cadenas de gruesos eslabones, dos piernas gruesas y firmes, una cabellera negra y brillante con una corona en la punta. De su cintura pendía un faldón corto de vellón marrón, sostenido por un cinturón de piel brillante. A los lados colgaban lo que parecían ser las cabezas de un toro y un carnero. La figura se inclinó frente a Carlos; el cual sudaba, pero se mantuvo firme: -Quiero casarme con una rica heredera. Quiero que se convierta en mi esclava fiel y que pueda hacer de ella y de su fortuna lo que me plazca; para poder probar todos los placeres del mundo. Podré hacerlo, pues soy homosexual y por ello, inmune a los lazos del amor hacia las mujeres.- Samuel tuvo que parpadear, pues por un momento vio la imagen débil de monedas de oro detrás de su amigo.

La bestia giró entonces y confrontó a David. -¿Qué me puedes dar?- Soltó el chico sin inmutarse. La bestia no emitió ningún sonido; pero el chico habló como respondiendo - Sí; quiero aritmética, geometría, cálculo, geografía, ingeniería...-recitó más nombres de materias difíciles de las que Samuel había escuchado en su vida. Nuevamente estuvo a punto de sonreír; pero comprendió que su turno sería el siguiente. Cuando la bestia giró hacia él; solo pudo agachar la mirada. Del ser surgía una enorme verga que se levantaba apuntando hacia arriba; las cadenas de la espalda se cerraban en su pecho, contra un disco metálico con el mismo símbolo que Carlos había dibujado en el suelo. Samuel reunió valor y levantó la cabeza: El rostro que vio era el más hermoso que jamás habría podido imaginar. Intentó abrir la boca; pero no pudo hacerlo. Sintió como las piernas le fallaban y cayó de rodillas. Su mirada caía hacia el piso cuando vio que este comenzaba a resplandecer. De pronto, de entre la tierra surgieron cadenas que sujetaron sus piernas y brazos inmovilizándolo por completo. Quiso gritar; pero en cuanto abrió la boca, saltó una cadena gruesa al rojo vivo que se le introdujo en la boca fundiéndose dentro de ella y sellándola para siempre. De sus ojos saltaron lágrimas y miró a la bestia: la cual comenzó a emitir un fuerte resplandor dorado y poco a poco se fue haciendo más pequeña; como del tamaño de un hombre alto. Desaparecieron las pieles, las cadenas y la imagen quedó vestida con botas de motociclista, un suspensorio y una chamarra de piel abierta que mostraba el abdomen labrado y los anchos pectorales del portador. Cuando miró de nuevo la cara, el rostro era demasiado familiar...familiar de hecho, ya que era el rostro de Agustín. La dura mordaza ahogó sus gritos, pero sus ojos soltaron un arroyo de lágrimas.

...

Cuando despertó; no hubo mordaza que detuviera su grito mientras intentaba en vano librarse se las cadenas. Intentó averiguar donde estaba: una bota se estampó contra su cara.

-¡Puto de mierda! Asustas. ¡Duérmete ya o guarda silencio; que si no te voy a dejar sin dientes a punta de trompadas!

Le dolían las muñecas por haber luchado en vano contra el metal. Su corazón seguía batiendo con fuerza y comprendió que tendría que calmarse antes de intentar dormir de nuevo. De nuevo esos sueños del pasado...aunque no eran precisos.

Recordó esa noche donde, junto con Carlos y David, se escabulleron por la noche del cobertizo del tío para hacer un ritual de invocación. En cuanto a Carlos; su fervor y pasión habían sido los mismos que en el sueño; incluso los pasos y las palabras coincidían. Afortunadamente, cuando Carlos comenzó a elevar su voz haciendo la invocación final, no fue un ser de otra dimensión, sino el propio Tío Agustín en persona quién se hizo presente. Este había despertado y, al no encontrarlos, había decidido salir a buscarlos. Cuando miró toda la parafernalia, soltó una de sus carcajadas características: «Están todos pendejos» fue su único comentario mientras los llevaba a empujones de regreso a la cabaña.

Otra cosa que tampoco coincidía fueron los dones que sus amigos pensaban pedir; ya que David, quizá entre sarcasmo o ingenuidad, dijo que el pediría poder entrar a la universidad de la capital; mientras que Carlos quería obtener dinero y talento. En cuanto a él...

Su tío gruñó y Samuel volteó a verlo. A juzgar por lo poco que se podía distinguir, este se había vuelto a dormir.

En fin; resultaba una tontería pensar en eso. A la mañana siguiente; se habían encontrado con que Carlos se volvió a escapar. Tiempo después, cuando iniciaron su «relación», este le confesó que había escondido la botella de sangre antes de que llegara su tío, y que regresó al sitio para dejarla y cerrar el ritual; al encontrarse con que los pisotones habían deshecho las líneas, y de que no estaban los otros dos participantes, tuvo miedo de no haberlo hecho de la forma correcta. Samuel intentó convencerlo de que esas eran tonterías. Primero, diciendo que todo había sido un juego; pero como esto no servía, terminó por cuestionarlo sobre si había visto o presenciado algo sobrenatural esa noche; si creía que el demonio habría llegado al lugar, y en caso de que lo hubiese hecho; ¿Por qué un ser poderoso se detendría ante algo tan trivial como la interrupción de otra persona?

En todo caso, fue el propio Carlos quien más adelante cambió su enfoque satanista hacia uno más...práctico: sin demonios, sin dioses obscuros: donde los dones llegarían como premio al esfuerzo (algo bastante más lógico). A final de cuentas: David podía ser bruto socialmente, pero era un genio en la escuela: al final eso lo llevo a ser aceptado en la universidad. Carlos; menos dotado intelectualmente, llevaba ya unos años como aprendiz de herrero y más allá de dominar lo básico del oficio; ahora trabajaba en un taller donde le encargaban los trabajos especiales: tal vez era talento, tal vez no, pero si hubo mucha práctica constante que lo había convertido en un artista del oficio. En cuanto a él mismo...

Odiaba tener las manos esposadas a la espalda. En cuanto a los demonios; estos podían quedarse con sus dones si estos eran los resultados. Sin embargo la reflexión tuvo su efecto. De verdad que el miedo y la incertidumbre podían crear todo tipo de fantasmas y llevar a la gente a hacer cosas estúpidas. Consideró despertar a su tío en ese instante; pero de pronto pensó que tal vez no sería el mejor momento dado a lo que tenía que decirle. Esperaría a mañana. Podía no compartir las creencias de Carlos; pero en algo estaba de acuerdo con sus creencias finales: para salir del agujero, tenía que retomar el control de su propia vida.

...

Despertó dando un gran bostezo y estirando sus brazos. No había tenido más sueños y se sentía relajado. El tío le había quitado las esposas sin despertarlo; eso era algo bueno. Volteó alrededor y no estaba allí; pero su ropa sí: probablemente debía estarse bañando, ya que era bastante temprano para sus horarios. Se puso de pié y fue hacia la salida: la puerta estaba bloqueada de nuevo. Espió entonces por la rejilla: si el reloj marcaba las 8:25, solo podían ser de la mañana. «Maldición» pensó. Decidió ir entonces hacia la estantería para ver si encontraba algo que comer: De nuevo solo café y azúcar. Cerró la puerta y fue entonces que notó una pequeña olla con una nota encima.

«Putito:

Otra oportunidad de negocio. Es buena. Te dejo tu almuerzo; pero no lo comas ahora. Dejé el dildo pegado al lado de la estufa. Practica hasta que puedas meterlo treinta veces como te dije ayer, sin que tu garganta reaccione. Cuando lo logres; inicias la limpieza de la casa. Hoy no está tan sucia. Dejo una cubeta de agua. Ordenas la cama y echas mi ropa en la bolsa de malla que está colgada cerca del baúl. No dejes la estufa hecha un desastre. De tu rutina; haces diez circuitos de diez repeticiones por ejercicio. Llego a las dos: quiero un café caliente. No hagas estupideces.»

Samuel hizo bola la nota y la lanzo hacia la cama. Levantó la tapa: ese asqueroso guisado de nuevo. Intentó prender la estufa; pero de nuevo no había gas. Si su tío pretendía un café caliente estaba soñando. Tomó una cuchara, fue hacia el catre, se sentó y comenzó a comer.

...

Agustín abrió la puerta: no le gustó lo que veía. La casa estaba limpia, ordenada; la ropa en su lugar. Había un charco repugnante frente a la puerta: había ensuciado un poco sus suelas, pero las limpió en la tierra: era algo que podía comprender; pero no lo pensaba dejar pasar. Su sobrino lo esperaba sentado en el catre; este se puso de pié y caminó hacia él.

-A ver putito. ¿Que es lo que...

-Tío- Lo interrumpió Samuel- Tenemos que hablar. De verdad te agradezco todo lo que estás haciendo por mi: darme un lugar para esconderme; no decir que estoy aquí...darme comida...sí. Se que estoy en un problema muy gordo y que no tengo otro lugar a donde ir. Nunca voy a poder pagarte lo que haz hecho por mi; y te estaré agradecido toda mi vida cuando esto se acabe. Pero este jueguito morboso tuyo se tiene que acabar ya. Se lo que piensas de mi, y que nunca me lo has ocultado: también te agradezco por eso, porque se que eres franco. Pero no más. Puedo dormir en el piso si tu quieres; voy a mantener arreglado este sitio; haré todo lo que pueda para no ser una molestia. Pero por favor; ya deja de humillarme. No lo voy a permitir más. Y si quieres echarme, es tu decisión. Se que allá afuera me espera el infierno; pero si no queda otra, voy a enfrentarlo solo. Se que no hice nada, y de alguna forma voy a probarlo pero...-Hasta este momento; Samuel había mantenido un tono serio: quizá enérgico; pero no pudo evitar un par de lágrimas. -...no he olvidado todo lo que hemos vivido. Que siempre has estado allí para mi en mis peores momentos. Se que estás jugando o...no se, quizá aprovechando la situación para...algún deseo morboso que hayas tenido pero...se que tu me quieres. Yo también te quiero tío y...de verdad, no voy a ser una molestia. Pero deja de tratarme como a un animal. Por favor tío; no quiero tener que defenderme de ti.-

Agustín lo escuchó con paciencia. Sus ojos brillaron; su mentón bajó un poco y giró ligeramente a la derecha, a la vez que su vista bajaba. Se lanzó hacia su sobrino y lo envolvió en un cálido abrazo. Samuel quedó atrapado por la fuerza de su tío; pero agradeció el gesto. La cabeza del tío se apoyó en su hombro derecho y le susurró al oído. - ¿Como si pudieras defenderte de mi, puto de mierda?

El cuerpo de Samuel se dobló hacia el frente y caía por el impacto del rodillazo en sus bolas; pero una patada en su mentón lo levantó de nuevo y tumbó de espaldas: no hubo reacción posible. El tío lo levantó de los pelos solo para golpear su rostro con el puño y darle otro rodillazo, ahora en el abdomen. Lo zarandeó un par de veces antes de soltarlo, solo para asestarle una bofetada que lo hizo girar y caer. Su cuerpo rodó hasta chocar con el baúl. Una bota aplastó su hueso de la pierna haciéndolo emitir un alarido: se tomó su tiempo antes de soltarlo y continuar, ahora pateando sus costillas. La cara de Samuel se había inflamado y la sangre salía por su nariz y boca. Agustín se quito entonces el cinturón y lo descargó con saña contra el cuerpo que ya ni siquiera se movía o reaccionaba, ni por reflejo, para intentar cubrirse. La piel de sus muslos, espalda y hombros comenzó a abrirse en varios puntos. Al principio, el sobrino pudo gritar; pero su tembloroso cuerpo ya solo emitía espasmos y gemidos inaudibles.

De nuevo la mano lo levantó de las greñas, y pese a la inflamación; el sobrino pudo ver como era conducido hacia el espacio del baúl. El tío lo soltó y procedió a quitar la tapa. Empujó a su sobrino para que su cara quedara hacia el espacio vacío. Aplastó entonces su espalda contra el techo y le dijo - No putito. Ahora no vas a tener tanta suerte.

De nuevo su cuerpo fue arrastrado: sintió como cruzaba la puerta y como su piel herida pasaba por encima del charco que contenía parte de sus heces: ya que el cuarto no tenía baño, no había encontrado otra forma de deshacerse de ellas cuando tuvo que cagar. El tío lo dejó un momento allí tirado. Intentó moverse, pero ya no podía. El tío tardó un par de minutos en regresar. Llevaba un par de objetos transparentes que no pudo distinguir que eran.

-Antibiótico. Muy fuerte. Para tus heridas. - Samuel apenas sintió el piquete en el muslo. - Adrenalina. Para que no te desmayes y aguantes lo que viene.- De nuevo apenas lo sintió; pero lo que si pudo percibir es que el dolor, sin bajar de intensidad, se hizo más tolerable y podía volver a mover un poco sus miembros. De nuevo el tío lo arrastró otro trecho hasta llegar a un punto del terreno. El sol estaba a su máximo nivel a esas horas; por lo que al abrir la caja y meter el cuerpo maltrecho de su sobrino, la temperatura hizo que este se retorciera de ardor. Cuando la tapa se cerraba, Samuel reconoció esa caja y el pánico lo invadió. Sus brazos reaccionaron y pudieron empujar para detenerla. El tío entonces puso una bota sobre la orilla y presionó; pero no la dejó cerrarse del todo.

-Tío...no...por favor no...tío....perdón...piedad...tío... - Suplicaba Samuel. Sentía que su garganta se desgarraba, pero su voz era apenas audible. -...perdón.

La bota entonces presionó, y el candado fue colocado en su sitio. Samuel había hecho un último intento para incorporarse y alcanzó todavía a distinguir el rostro de su tío. Desde el momento en que lo confrontó, hasta ese último instante...incluso mientras lo golpeaba, azotaba y pateaba, había tenido ese gesto de calma...como si no estuviese pasando nada. Sería mentir decir que esa frialdad lo lastimó más que los golpes, dado el estado en que ahora se encontraba; pero el impacto del recuerdo le permitió perder un momento la conciencia de su situación. Pero el calor se hizo insoportable en pocos segundos y entonces se volvió a revolver; a intentar empujar la puerta; a liberar esos alaridos que se ahogaban en su propia sangre y carne inflamada.

Agustín escuchaba los débiles golpes. Se había sentado sobre la caja; quemaba, pero con sus vaqueros, no es que fuese algo insoportable. Se puso de pié e iba a emprender el camino hacia la casa, pero tuvo el ánimo de voltear y darle una última mirada a la caja.

-Mi putito. Mira en los problemas que me metes. ¿Qué siempre voy a tener que estar cuidándote? ¿Siempre tendré que protegerte de todo...incluso de ti mismo?

Agustín entró en la casa y tomó un pocillo de lámina. Lo fue a llenar de agua y regresó a la estufa. «Uff» pensó. «Olvidé abrir la llave paso. Pobre putito: hoy no amaneció con suerte».

El inocente 4- Invocando un infierno.

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