Deep Throat - Lo saco todo

Written by: Devoteedog

"El Amo está hoy en modo entrenador. Siempre lo está, de hecho, porque nuestros encuentros tienen esta finalidad, a parte de pasarlo bien, naturalmente. Las sesiones en la perrera sirven para esto, en contraste con los encuentros que practicamos de vez en cuando en el exterior, que son más de exhibición y eventual cacería, y de otro tipo de entrenamiento, perdiendo el miedo y reafirmando y reforzando el orgullo. Lo que quiero decir es que hoy lo está explícitamente, y me lo dice al final: “Un muy buen entrenamiento. Hoy quería justo esto”. Me guía en la forma de disfrutar de mi boca de perro, de la mascota que ha pasado de cachorro a perro con un cierto pedigrí, "bien entrenado", como suele decir. Depuro la técnica del garganteo profundo según sus explicaciones, porque, aunque ya cargo en el lomo con meses y años de servicio a mi Amo, siempre hay detalles a mejorar: “Entra, sal, aguanta ahí, no salgas, aquí perro, aguanta, respira, gruñe, ahógate para mi, así, todo fuera… Ahora límpiame con la lengua, vuelve a empezar. Ahora solo los huevos. Gag-gag-gag… Así, muy bien, intenta decírmelo con la boca llena del pollón de tu Amo. Ahora contéstame lo que te pregunte y ni se te ocurra sacarte mi polla de la boca: ¿Quién eres? ¿Qué le haces a tu Amo? ¿Cómo está tu Amo? Y tú, perro, ¿qué quiere, el perro? ¿Cómo? No te oigo, perrito… ¿No puedes hablar, verdad? Te jodes. Venga, dime…” Contesto cada pregunta como puedo, ahogándome y atragantándome, sin poder pronunciar bien. No es que sea algo nuevo, pero hoy se enfoca especialmente en esto, y me sorprende lo que le llega a excitar, y me lo dice: “No sabes lo cabrón que me pone que intentes hablar y no puedas”. Me dejo llevar por las instrucciones y estoy completamente entregado: la polla del Amo crece, me ahogo y me atraganto, las arcadas son constantes, mientras intento hablar, y me excito yo también. El se crece con mi impotencia, con esa entrega física y mental total de su perro que balbucea y saca bilis. Me convierto en una máscara anonimizada que le habla -que emite sonidos cuasihumanos- y le obedece. Intento también tener algo de iniciativa, pues sé que le gusta: juego con su glande hinchado, me concentro en toda la polla; también en los huevos cuando me lo pide. Relajo el cuello y la garganta y todo entra. Pienso que un día me beberé lo que quiera darme, su meada caliente, por ejemplo. Un pensamiento y una situación de inmovilización que me recorre el cerebro, impregna mi ser perruno, sumiso, y me coloca en una comunión y conjunción máxima con el Amo. Lo mismo que con otros gestos y prácticas que realizamos hoy u otras veces, que el perro cerdito espera ansiosamente, auténticas muestras de dedicación y devoción, como comerle el culo (“Eres muy bueno ahí, perro…”), comerle los pies, comerle los sobacos, o tragarme lo que me da de comer masticado de su boca, dejándolo caer o escondiéndolo en los pliegues de su glande, para que lo busque con mi lengua de perro y al encontrarlo me lo trague como un premio."