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Ni te corres ni te joden - III - La Sorpresa

Escrito por: Bruxulos

Se recostó en mi cuello mientras me acariciaba la perilla y el bigote, delicadamente, como un suspiro, mientras me recuperaba de mi corrida platónica y volvía a la puta realidad me besó en el cuello, en la mejilla, en los labios. Con delicadeza, para tener un dulce despertar. Se sentó sobre mi, pecho contra pecho, me aprisionó con sus rodillas. Me morreaba introduciendo la lengua jugueteando con la mía. Los dedos entrelazados se movían apretando y soltando. No me redimía de un clímax y ya quería empezar con otro, ¿quien se pensaba que era yo? Y aun así, mi verga bajo la presión de su culo volvía a aflorar. Me desprendí de sus manos y lo abrace por la espalda. Mientras con una mano le cepillaba los pelos homoplaticos, con la otra recorría la circunferencia de su trasero. Poco a poco empezaba a recobrarme, me sentía otra vez dueño de mis actos y mis pensamientos. Palmee aquel pandero, al principio pausadamente y según reconquistaba la conciencia, con más intensidad. Mi lengua empezó a ganar seguridad, mientras la suya se dejaba dominar impávida, la agarre con los dientes, con saña. Empezó a moverse y frotarse contra mi dureza, parecía disfrutar con los azotes y enganchado a su lengua. No me daba la gana. Lo aparté de mi con un empellón.

Lo coloque boca abajo y me subí encima. Sabia que le iba a gustar, pero no me podía resistir, y empece a mordisquear los hombros y el cuello, como una perra a sus cachorros. Mordía y estiraba al tiempo que el gemía. Lo sabia, sabia que le gustaría. Empece a bajar por la espalda, zigzagueando hasta llegar al slip, y me acomode. Quería un momento de calma, antes de empezar con lo que deseaba hacer. Tomar unos segundos de simple cordura, una bocanada de aire antes del frenesí. Recostado, con la oreja planchada, sabia que ese culo, ese mismo que me soportaba, que me llamaba. estaba arruinandome la vida, lo sabia, ya lo había echo hace unas horas.

Pasee mi cara por toda la superficie de algodón blanco, absorbiendo su energía, su calor, sintiendo la cálida conexión. Empezaba a sentirme embriagado. La respiración se me aceleraba. Mordisqueaba y lamia, otra vez, pero ahora con mucha más calma y con mucha más comodidad. Me volvía el aroma a jabón de marsella con cada inspiración, recordándome las siestas de verano en el pueblo, en la penumbra del dormitorio y el vaivén de las cortinas arrastrándose por el suelo, y volví a bajárselos lentamente hasta la base de la nalga, pero ahora con más luz y las piernas bien abiertas. No estaba preparado para lo que ahora venia, yo que siempre he sido un fanático del control, si hubiera sabido lo que iba a ocurrir jamas habría empezado. Si me hubieran dicho que vería la luz del día sin follar y sin correrme me hubiera entrado la risa boba, ¿como iba a ser eso?, con mis ganas y la disponibilidad de este macho, menuda predicción de mierda más falta de lógica y argumentos. Pero ojala sabiendo lo que se ahora alguien me hubiera parado ahí mismo, en ese momento.

Separe las nalgas, y allí estaba, el agujero que me había echo correrme unas horas antes, el que me embriagaba, el que presentía que existía predestinado a destrozarme los esquemas. Sin arrugas ni pliegues. Terso. Suave. El culo más hermoso y perfecto que he visto jamas, y he visto muchos. No era oscuro, ni blanco. No tenia espinillas, ni ronchas. No era como un pequeño embudo, perdido siguiendo la curva de las nalgas y el coxis. Era liso, pero tierno, que con un simple movimiento de dedos, quedaba al descubierto, y aun así, sus nalgas no eran planas, o sin culo, ¡o no!. Era redondo y bien formado, de los que sobresalen cuando se miran de perfil, de los que aunque se cubran con un pantalón ancho se intuyen, que cuando se visten con un Speedo eres incapaz de mirar a los ojos, y todo lo que le rodea se te antoja perfecto. Pero tampoco de esos culos peonza que son mas anchos que las espaldas, era proporcionado, como ver a un recién nacido rollizo de 95 kg y peludo. Sencillamente perfecto. Y era para mi, era mio y para mi. Para lo que quisiera, para lo que se me antojara. Mio.

Me acerque a el con cuidado, con admiración y deseo. Lo besé con devoción, como cuando se besa la imagen de un santo cuando se le hace una petición. Sabia que no podía entrar a saco como otras tantas veces, aquel culo tan perfecto, casi divino se merecía más, mucho más. Volví a sentir la fragancia de la masculinidad, de la virilidad que desprendía. Aun intuía los restos de mis babas.La punta de mi lengua, dilataba milímetros de aquel tesoro, de aquella joya, de mi joya. Sabia a mi, y a el. Sabia a excitación, a deseo impronunciable y a ofrecimiento. Lo lamí para dejarle mi ADN, lo mordí para dejar mi marca, lo acaricie para dejar mi impronta. Porque era mio. Me daba igual lo anterior a ese momento, con quien y con cuantos, ya era pasado no importaba, lo importante estaba en el de ahora en adelante, y ese ahora en adelante era mio y para mi. Lo poco que conseguía dilatarlo era como un abismo. Lo lamia de lado a lado y de arriba a bajo. Hacia círculos y remolinos, y repeinaba los masculinos pelillos que lo habitaban desperdigados unos y otros mas por el puntito cero.

No importaba lo que había entrado antes, o lo que irremediablemente salido, aquel culo se merecía ser beatificado, desprendía vida propia. La noción del tiempo parecía no existir perdido en el misticismo de aquel agujero. Sorbía haciendo ventosa intentando descubrir que había más allá de lo que mi lengua era capaz de intuir. Había perdido el control de mi mente, por eso me levante, y me fui a la nevera a sacar aroma de bar, menudo eufemismo. Lo agite y lo olí debidamente por los dos agujeros de la nariz, se lo pase, y oí que hacia lo mismo. Sentí el calor en mis mejillas y resoplando como un Miura me lance de nuevo a mi adoración. La sangre me corría desbocada por las venas, sentía los palpitos en cada parte de mi cuerpo, en el cerebro, en el estomago, en la polla, en la lengua. Se había creado una comunión entre mi lengua y su culo, mi culo. Salían pequeños chispazos, como cuando de pequeño hacia contacto con los dos polos de una petaca en la boca. Cada vez que penetraba la sinhueso iba más allá del ano y el esfinter, entraba en un universo alternativo, puro e inmaculado, sin pecado ni suciedad. Cada giro y revés era como el traveling de una montaña rusa. No se cuanto tiempo extravié el poder de decisión, pero jamas descuidé la conciencia, percibía en todo momento lo que hacia y lo que sentía, pero no discernía porque ni como. Cabe considerar que entendía lo que estaba haciendo, pero me descubrí creando movimientos inimaginables hasta ese momento. Contorsiones imposibles. Obrando series de movimientos y liturgia jamas realizadas, ni explicadas en ningún libro conocido. Eramos dos piezas fabricadas de distinta manufactura que juntas componían algo mucho mayor. Mecanismo perfecto de balanceo.

El ritmo de los movimientos se antojaban sin sentido y al azar. Desde la perspectiva se concibe como la paleta de un pintor minimalista, pero poco a poco cogía forma y sentido, y en ese momento detonaban como un cohete de fuegos artificiales en medio de una exhibición pirotécnica. Ese culo, mi culo, estaba siendo mi ruina, pero también mi piedra filosofal. No se cuanto tiempo llevaba sumergido en aquellas carnes, ni siquiera cuando hacia que había tomado una bocanada de aire, pero me daba igual, no queria dejar de saciarme. Paladear los jugos que comenzaban a supurar de aquella mina. Cremoso, traslucido y nacarado, con un sabor semidulce, era hidromiel de los dioses. Jamas había oído, y nunca había visto, pero allí estaba, una corrida anal.

Capaz de hipnotizar como canto de sirena, y una vez la pruebas ya nada vuelve a saberte igual, o regularmente bien. La cabeza ya no me pertenecía, la lengua ya no es mía, solo puedo aferrarme a mi culo para no perderme en un infinito de escalofriantes emociones. Solo soy consciente de la conexión con mi lengua, ya no existen las sabanas, ni la cama. Mi habitación es un vacío infinito. No existe nada ni nadie más que mi lengua y mi culo unidos en una espiral de movimiento perpetuo y constante. Mis manos se deslizan hasta sus pezones, que para llegar cómodamente, arquea la espalda, y empina el culo. Ahora llego mejor. Lo follo con toda mi lengua manoseando como un pervertido sus pechos, y ahora siento un espasmo extraño en medio de su cuerpo unido a su inexistente respiración, como un escalofrió roto, e intuyo que en unos segundos volveré a regodearme con la golosina que he fabricado. Ya sale, ya viene, ahí está siiiiiiiii. Se ha vuelto a correr. Me guarreo toda la boca, la perilla y las mejillas con mi exquisito manjar, esta vez a salido bastante más y calentito, con un sabor incluso mas definido a café tostado. Y la locura se vuelve a apoderar de mi, me posee como un ente extraño. Lamo y sorbo todo ese mejunje, es mio y para mi. Creo que en algún momento tenia pensado clavarle la verga, pero que va, como puedo superar esto, es imposible. Se contonea y retuerce. Tengo la sensación que me deslizo hacia dentro, en un tobogán cálido y prenatal.

Insisto con el aroma de bar, y me zambullo como una morsa. Mis manos se agarran a sus tetas para apretarlo contra mi. La lengua y los labios parecen dos luchadores en una mala película de Jacki Chan. Vuelvo a sentir las chispitas en la lengua, la conexión con mi culo es absoluta, como si toda la vida hubiera sido un aprendizaje para este momento. Predestinado a ese momento para culminar el existencialismo. La ultima piedra de la gran obra humana, el ultimo paso del camino antes de descubrir su propósito.

Me gustaría descomponerme en partículas para contagiar lo que siento en este momento, a mis vecinos directos, arriba, abajo y a los lados. Y cuando ya estuvieran imbuidos en esta vorágine de placer y locura, al resto de la comunidad, todos en una orgía de sensaciones y emociones, y las comunidades vecinas ¿porque no?, ya puestos a todo el barrio. Unidos en mi veneración a mi pulcro tragón y sumiso culo. Que se merece estar entre los grandes, a la derecha de Zeus y a la izquierda de Odín, y compartir experiencias y anécdotas con Apolo, Diana y Afrodita.

Buf, ya empiezo a dudar que es real y que fantasía. No se si me estoy comiendo un culo o es la anunciación de un milagro para beatificar. Ya no se si por imposible que parezca me he zampado dos corridas anales o a sido la aguilla de una lavativa. Lo que tengo claro y eso no me lo quitara nadie, jamas, es que esta es la mejor comida de culo que he tenido y tendré en mi vida.

No, no puede ser, no es verdad, ahí viene, la siento. Esta vez sale con fuerza y me salpica toda la cara, se ha vuelto a correr el muy cabrón. Paso la mano para confirmar que es cierto, chupo los dedos y me embadurno bien para no desperdiciar ni un centímetro cubico de ese manjar. Rellenando cada poro, siento como me llena y me hidrata. Alimenta mi cuerpo, pero más importante, mi espirito. Me siento pletórico, único y especial. La felicidad rebosa por cada molécula de mi ser. Y de repente me entran unas insoportables ganas de llorar, pero hacia dentro, en una implosión, sin delicadezas, a lo bestia. Hay que ponerlo en un altar sin lugar a dudas. Tiene que salir en los periódicos, los telediarios tienen que dedicarle una escaleta, incluso un Informe Semanal. Google le tiene que dedicar una entradilla. El calendario lunar se tiene que adaptar a las necesidades de mi culo. Los libros de la ESO cambiar el temario, incluso un Máster universitario. Un perfume, una linea de ropa en H&M. El desplegable de Inteviu, un caméo en Torrente 5, o 6, o 7. Una estampita para llevar en la cartera o cerca del corazón, nadie, pero nadie en este mundo tiene que poder vivir sin conocer la existencia de mi culo. Se merecía ser adorado como la Sindone, visitado como la Meca y Estudiado como la Torá. Y todo seria poco. Me cago en la puta de bastos y en el Rey de oros. Esto no puede quedar así, quiero más quiero mucho mas, quiero el cuarto, lo quiero, lo queremos, nos lo merecemos.

Ni te corres ni te joden - III - La Sorpresa

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