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Primeras veces. El paisano y su camión

Escrito por: DavesBilbao

Era verano. Yo pasaba cada Julio y Agosto en un pequeño pueblo de Castilla, donde la manera de soportar las tardes de calor sofocante que se daban esos años, era huir del sol en una larga siesta o ir a sumergirse en el río cercano. Recuerdo que mi padre siempre tomaba la primera opción, pero yo siempre preferí montar en mi bicicleta y hacer los 12 km que nos separaban del río con mis amigos.

Las cuadrillas de pueblo siempre me han parecido dignas de estudio. En la ciudad siempre sales con gente de tu edad (de tu clase o barrio) pero en el pueblo se forma esa especie de extraño grupo de gente con donde nadie tiene mucho que ver con el de al lado. Por ejemplo, mi primo Jose, un chaval, casi hombre, que ya debería conducir y estar a otros menesteres, cogiendo su bici y saliendo en el mismo grupo de chicos de 13 años como yo. El tenia el rol de maestro, de enseñar algunas cosas a los chavales algo mayores y de iniciar, demasiado pronto, en los mismos asuntos a los de mi quinta.

Yo era de los pequeños, es mas era el mas joven de todos. Creo que es por eso que siempre me toco ser el motivo de las bromas, al ser el mas inocente y débil, era blanco fácil para sus mofas y burlas. Y ademas, para mas risas, era el gordito. Por aquel entonces yo mediría 160 y pesaría casi los 70 kg. Siempre he tenido un culo grande, al igual que las piernas, pero aun no tenia ni un vello en el cuerpo. Era alto, para mi edad, pero aun no me había desarrollado por completo, cosa que no ayudaba en encajar en este grupo.

Fue uno de esos días de río, que les pareció divertido deshincharme las rueda de la bicicleta. Ellos pensaban que tendría que ir andando hasta al gasolinera a 2 km antes de poder volver, y así reírse un poco de mi cuando llegara al pueblo 20 minutos mas tardes que ellos y ya estuvieran todos en la plaza tomando una coca-cola (o una cerveza en caso de mi primo Jose) Pero yo, tonto de mi, no pensé en que estuviera deshinchadas sino, que creí que ¡estaban pinchadas! Así que agarre la bici y me dispuse andar los 12 km que me separaban del pueblo. Recuerdo que aunque el calor era menos, aun era bastante, y el sol, aunque mas bajo, aun pegaba fuerte. Sobre todo en la espalda y cuello. Visto que aun me quedaban 10 km y ay estaba sudando guarde la camiseta en la mochila y colgué esta de la bici.

Así iba pasando el tiempo, paseando por la orilla de la carretera adelantándome coche y motos, con al esperanza de que algún conocido pasar a mi lado. Llevaba 3 km y casi media hora de caminata cuando me adelanto un camión, dio un frenazo y puso las luces de emergencia. Del coche bajo Aurelio, un paisano del pueblo, de los que pasan ahí todo el año y trabaja conduciendo camiones, ninguna propio. Le puedes ver conduciendo el de la lechera, como este en e que llevaba los fardos de paja. Me dijo, que coño hacia ahí solo, cuando le conté la historia me dijo que montara. Subo mi bici atrás con la mochila y me ayudo a subir a mi al camión apunado y empujando del culo, quejándose y riéndose de lo mucho que pesaba, y que había salido a mi padre.

Aurelio era un hombre simpático. Tal vez algo brusco y parco en palabras, y siempre pegado a un farías. Yo le veía en el bar del pueblo a las noches, echando la partida, siempre con su copa. Tenia un hijo mas pequeño que yo, el tendría uno 35-40 años y estaba divorciado desde hace un par de años. Era el típico hombre de campo, curtido, pero no cuidado. En sus manos se podría rallar la piedra de los callos que tenia y era muy moreno, y muy peludo. De los que se afeitan a la mañana ya la tarde ya tienen sombra, y el pelo de pecho se les une con el de la cara.

Ahí estaba yo, montando en su camino con el asiento abrasando y las ventanillas bajadas. El solo miraba y no decía nada. Hasta que por fin abrió la boca:

  • Joder, nene, de donde venias, ¿de las piscinas?
  • No. Del rio…
  • Menos mal, porque a ti en las piscinas te harán pagar doble, ¿no? Me dijo mientras me pellizcaba una de mis pezones
  • Ay, no. Je je je.

Me reí de su chiste sin gracia. Siempre lo hacía cuando alguien se metía conmigo, ya estaba acostumbrado

  • Mira que tetas tienes, si pareces una mujercita… Hostias, si hasta los pezones tienes de punta.

Es verdad el pellizco me había puesto los pezones duros. Yo, como antes, sonreí y me intente tapar cruzando los brazos

  • Anda nene, no te tapes que mas de una quisiera tener lo que tu tienes, dijo revoloteándome el pelo con su mano, y acariciando mi espalda hasta casi llegar al final de ella. Ahí es cuando note lo ásperas que la eran sus manos y lo grandes que eran; que con dos palmos me cubría toda ella.

Entonces, me miro y dijo:

  • Escucha, tengo que dejar lo que llevo detrás en el antiguo bar de merendero, para las fiestas. Desde ahí llamamos a tu casa y le decimos que estas bien. Ademas, así me ayudas. Si lo haces bien te daré un premio, dijo guiñándome un ojo

Sin pensarlo dos veces, le dije que si. Ya esta saboreando el premio, creyendo que seria un refresco o helado. No podía imaginarme que lo que acabaría comiéndome esa tarde de verano seria una cosa muy diferente.

Continuara…

Primeras veces. El paisano y su camión

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