Entrega a ciegas. I

Escrito por: control-cum

Una de las experiencias que más recuerdo fue la que tuve en el verano de 2004.

Por ese entonces aún no contaba con un trabajo fijo, padeciendo los coletazos de la crisis que asoló nuestro país allá por 2001-2002. Con ese panorama no estaba en condiciones de hacer muchos gastos saliendo a buscar sexo.

Mi único consuelo en ese entonces era boludear por internet entrando a distintos sitios de búsqueda.

Recuerdo muy bien esa noche de sábado porque fue una de las jugadas más arriesgadas que hice. Ya durante la semana me había mantenido a pajas pero sin soltar la leche, consecuencia de esto fue el estado al que llegué a ese sábado.

Empecé mi búsqueda como a las tres de la tarde con resultados negativos. Llegada la noche ya había perdido esperanzas de encontrar lo que necesitaba cuando me topé con un tipo que me propuso pasar la noche en su casa haciéndome sentir como lo que yo era para él: una PUTA sin remedio ja !

Claro, el problema era que nos separaban una apreciable distancia ya que él vivía en un barrio del conurbano que yo apenas conocía de pasada y siendo de noche la cosa se podría complicar.

Estuvimos más de una hora hablando por messenger y este tipo cada vez despertaba más y más mi morbo hasta que le dije que no me importaba la distancia ni nada y que si me decía cómo encontrarnos, yo estaba decidido a ir esa misma noche para que él me usara cómo le diera la gana.

Me dio indicaciones no sin antes preguntarme varias veces si yo estaba seguro de lo que iba a hacer y si de verdad iba a ir. Aquello no hizo más que darme más deseos y respondí afirmativamente.

Me dijo entonces que a la medianoche me pasaría a buscar en su auto por una estación de servicio, que lo esperara en el barcito y que él me reconocería por cómo yo le había dicho iría vestido.

Muchas veces había ido a citas a ciegas, nunca en estas condiciones, por lo general esas citas terminaban en una espera inútil, o simplemente eran para verse y quedar para otra oportunidad que tampoco se cumplía casi nunca. Con estos pensamientos iba ya por el segundo autobús, aunque ya era tarde para volverse atrás...o no, uno no siempre debe entregarse de esa manera, pero mi grado de excitación y la erección me habían hecho perder todo mi raciocinio.

Cómo a las doce y media llegué por fin a el barcito de la estación de servicio donde sólo había tres o cuatro tacheros mirando una pelea de box y no sé por qué pero yo sentía que todos ellos me estaban mirando dándose cuenta de que yo era un puto. Más me calentaba por la situación y más aún cuando entró por fin un tipo con la descripción que me había dado el del chat y con un gesto me hizo salir trás él, juraría que escuche algunas risitas de los tacheros cómo confirmando su sospecha de lo que yo era para ellos.

El tipo, al que llamaré Juan iba vestido con jeans, borcegos y chaqueta de cuero y no se veía que llevara nada más que su pecho cubierto de pelos. Nos saludamos y cuando hice gesto de subir al auto a su lado, me paró en seco y me ordeno, con voz firme pero respetuosa, que lo hiciera en el asiento de atrás.

Ni bien emprendió la marcha comencé a sentir algo de pavor, el auto se metía en calles semioscuras y desiertas, típicas de aquellos barrios, oyéndose cada tanto el ladrido de algún perro. Fue entonces que me dijo, "bueno esclavo, vamos a comenzar, según me dijiste te gusta el exhibicionismo, quiero que tomes la bolsa esa que está a tu lado y te coloques lo que hay en ella, claro, previamente deberas desnudarte y colocar tus cosas en la misma bolsa, está entendido ?"

Ni me animé a mirarlo por el espejo retrovisor, la verdad era que no esperaba una orden semejante, sin embargo, ver lo desierto de aquellas calles, me animaba a cumplir, pero antes fuí tomando una a una las cosas dentro de la bolsa plástica: una máscara con solo una salida a la altura de la boca y dos orificios a la altura de las fosas nasales, un collar de perro con una cadena de más de un metro con gruesos eslabones, y lo que más despertó mi curiosidad, una de esas colitas de perro que se insertan en el ojete.

Sin pensarlo, me quité las zapas, el jean y la remera quedando desnudo en el asiento ya que no llevaba ni slip ni boxer, nada! . Guardé con algo de temor mis ropas y documentos en la bolsa y procedí a colocarme, primero el collar, luego, así en seco, ya que así me lo ordenó Juan cuando vio que lo iba a lubricar con mi saliva, la colita de perro en el ano y el extremo, era con un plug mediano que al penetrar se hizo notar. Por último me coloqué la máscara, asegurando lo mejor que pude la correa que tenía a la altura de la nuca...