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El Precio del Alquiler

Escrito por: viciosacoKabron

El Precio del Alquiler

Mi nombre es Marco. Mido metro setenta y seis, de complexión normal, aunque con algo de tripilla. Ni feo ni guapo, me considero una persona más bien en la media. Desde hace ya casi dos años comparto piso con un amigo heterosexual (sabe de mi orientación sexual) llamado Hugo.

Hugo es alto, casi metro ochenta, corpulento y muy velludo. Un oso en toda regla. Tiene una frondosa barba pelirroja y la cabeza afeitada. Y, por las veces que me he fijado cuando va en short por casa, marca un bulto descomunal entre las piernas.

El tema es que Hugo se quedó sin curro y, meses después, sin derecho a paro. Pero yo, decidiendo ser buena persona, le permití quedarse “un par de meses” y ya me lo pagaría. Pero llegaron 3 meses y la deuda seguía sin pagarse, a lo que pensé en ir más lejos.

Mi intención era proponerle a Hugo un acuerdo tan indecente y cerdo que no fuera capaz de aceptar y se marchara, pero no me imaginaba que las cosas pudieran acabar como lo hicieron.

Todo empezó a mediados de Junio. Era lunes y yo llegué a casa del trabajo para comer. Hugo estaba en su cuarto, rascándose los huevos, como de costumbre. Le saludé. Me saludó. Fuí a la cocina, me preparé algo de comer y, tras armarme de valor, fui a hablar con el compañero de piso.

-Hugo, colega, esto no puede seguir así. Me debes ya 1050€ y la cosa sigue creciendo. -Ya, bueno, pero no tengo pasta. Cuando cobre te pago. - Respondió sin casi mirarme. -Si, sé que lo estas pasando mal, pero no era eso lo que quería decirte. He pensado que la deuda no debe crecer más. -¿Y que quieres? ¿Que me largue?

Ya me dedicó toda su atención.

-Te ofrezco tres opciones. Me pagas a finales de mes toda la deuda y el mes entrante si quieres quedarte. Me pagas a finales de mes lo que me debes y te largas. O bien... - Me quedé cortado a medias. -¿O bien? - Cruzó los brazos, poniéndose a la defensiva. -Me dejas hacerte una mamada semanal durante el mes de Julio, no me tienes que pagar ese mes y a finales me pagas los 1050€ que me debes.

Hugo se llevó la mano a la barba, pensativo por un momento.

-Sabes que tengo novia... y que si se hiciera algo así y dijeras algo a aguien te daré una paliza. -Si, no diré nada de lo que decidas.

Se sacó la polla del pantalón. Estaba morcillona, pero debería medir sus buenos 17cm.

-No te pienso avisar cuando me corra, y si lo hago será para que te lo tragues. - Se dió un par de sacudidas, haciendo que creciera hasta los 22cm y me apuntó con ella. - Ven a por tu comida, puta.

Me arrodillé inmediatamente delante suya y empecé a chuparle la polla como si no existiera el mañana. Era muy gorda y me costaba metérmela en la boca, pero lo hice lo mejor que pude. Hugo gemía como y bufaba como un toro en celo. No tardó mucho en agarrarme de la nuca y comenzar un mete saca salvaje, casi llegándome a ahogar en varios momentos. Sin decir una sola palabra la metió hasta que sus cojones dieron contra mi barbilla y comenzó a descargar una gran cantidad de semen, no sacándomela de la boca hasta asegurarse que me lo tragaba todo. El Precio del Alquiler: Nuevas Condiciones

-La chupas como la zorra que eres, ahora ya entiendo como es que viene un tío distinto cada semana.

Me dijo Hugo a modo de cumplido mientras me propinaba un par de suaves cachetes en la cara. Me fui a poner de pie, pero el compañero de piso dijo algo que me hizo cambiar de idea.

-Ahora tengo ganas de mear, quita de enmedio que voy al baño. -No, mejor méame en la boca. - Exclamé con ganas de recibir su dorada bebida. -¿Estas seguro? Me he puesto hasta el culo de beber y no se cuanto... -Lo tragaré todo. -¡¡Que puta!! - Se sonrió. - Tu mientras salga de mi polla te lo tragas todo, ¿no? -Casi. - Puntualicé. -Pues espero estés listo, allá voy.

Abrí la boca a tiempo de recibir el primer chorro de meo contra mi lengua. Sabía ligeramente salado, pero nada más. Menos mal que no era de esos que se pasan el día bebiendo cerveza, pues el meo les sale con un sabor amargo muy desagradable.

A medida que meaba yo iba tragando, pero apenas daba a basto. Hugo, viendo que podría acabar manchándose el suelo de su cuarto, se levantó, sin dejar de mear, y me volvió a meter su impresionante cipote en la boca. Yo tragaba y tragaba toda su orina con ansias golosas. Terminó de mear, pero no me la sacó, sino que me agarró la cabeza y comenzó a follármela mientras la polla se le volvía a poner tiesa.

-Marco, mira, me pones tan... cachondo... ¡¡Ugh!! Que vamos a... cambiar el acuerdo...

Intenté responder, pero no me sacaba la verga. En su lugar comenzó a follarme con más ganas, golpeando con sus cojones contra mi barbilla de forma rítmica y dejándome casi sin aliento.

-Te... te voy a pagar... pero también quiero seas... ¡¡Que gusto como la chupas!! Quiero seas mi puta.

Elevé la vista. Hugo lo estaba disfrutando a tope. Pero esta vez no iba a correrse en mi boca. Tenía otros planes. La saco de mi boca, me agarró del cuello con firmeza y me obligó levantarme.

-Quiero que te desnudes y te tumbes sobre mi cama. -Pero...

Apenas vi la mano llegar cuando me dio la hostia con el reverso de la misma.

-¡¡Que te desnudes y te tumbes ya, coño!!

Me dolió, pero no demasiado. Aun así le obedecí. Me desnudé y me tumbé sobre sus sábanas negras. Pude apreciar algunas machas de lo que parecía semen reseco, lo cual indicaba que debía masturbarse como un auténtico simio. Y el momento de saber como follaba ese “simio” se acercaba.

-Te voy a follar a pelo, si no te gusta haberte pensado mejor el calentarme. -¿Estás segu... ¡¡Aaah!!

Mientras me hablaba se había colocado detrás mía y cuando le pregunté me respondió, interrumpiéndome, metiéndome la mitad de la polla de un solo golpe.

-¡¡Cabrón!! ¡¡Eso duele!! -Mejor, así me sientes como debe ser.

Me la sacó un momento y se puso a rebuscar en su mochila. Giré la cabeza, pero me grito violentamente.

-¡Gira la cabeza, puta! Ya sabrás lo que te espera cuando llegue el momento -Vale, vale...

Obedecí. Delante mía había varias manchas de lefazos resecos, así que agaché la cabeza y hundí la nariz en el aroma de macho en celo de mi compañero Hugo. Noté como este me separaba los cachete del culo y echaba algo frío y húmedo entre ambos. Supuse que algún tipo de lubricante. Seguidamente llegó de nuevo la monstruosa polla de Hugo, que esta vez entró de una sola embestida.

Se puso a darme caña de la buena. Sus cojones sonaban con fuerza al chocar en mi culo y sus gemidos eran como los de un toro follando. Yo me sentía muy perra, y, por lo que vi luego en el vídeo que había estado grabando sin decirme nada, gemía como tal.

-¡¡Te gusta, ¿Eh? ¿Zorra?!! -¡¡Siii!! -¡¿Quien es tu dueño, puta?! -¡¡Tuu!! -¡¡Me corro!!

Anunció, aunque sus trallazos habían comenzado a inundar mi interior. Pero aún no me la sacó. Noté otro líquido caliente, el cual ya conocía de antes.

-¿Que haces cabrón? -Siempre que echo un polvo me gusta me dan ganas de mear luego...

Trató de justificarse. Fue a sacármela, pero se lo impedí agarrándolo como buenamente pude de las caderas.

-No la saques hasta que no hayas terminado de mear, me está gustando.

Y era verdad. Sentirme inundado por esa substancia cálida me resultaba de lo más agradable. Aunque para cuando terminó tuve que apretar el esfinter y salir corriendo hacia el váter.

Al salir del baño me llamó Hugo que fuera a su habitación. Estaba todavía desnudo (yo me había puesto un calzoncillo) y en la cama.

-Ven conmigo. Y quédate en pelotas.

Me tumbé a su lado, él me abrazó por la espalda, restregándome su polla contra el culo.

-Mañana vendrá mi novia, y me gustaría follaras con nosotros. -Lo que tu digas. - Dije y me quedé dormido entre sus brazos. El Precio del Alquiler: El Violador del Parque

Hugo fue el primero en despertar. Serían las siete de la tarde, pero como era verano aún quedaban muchas horas de Sol. Yo me desperté cuando el compañero de piso comenzó a meterme un dedo en el ano. Me estaba untando lubricante, así que me hice el dormido. A ese dedo le siguió directamente la polla, y me estuvo follando un rato hasta correrse dentro. Tras esto oí como iba al baño a mear, luego entró al cuarto, se vistió y se marchó

Seguramente hubiera quedado a cenar con la novia. Más bien a que la novia le invitara a cenar.

Llamé al trabajo, fingiendo estar enfermo, me excusé por no haber llamado antes usando la misma enfermedad imaginaria y fui a la ducha. Me entretuve un rato bajo el chorro de agua, pero en ningún momento dejé salir la preciada carga que había dejado Hugo en mi interior.

Me vestí con un chandal de deporte negro muy ajustado y cortito, que dejaba ver mis piernas depiladas, unas zapatillas para correr y me fui a hacer footing al parque de detrás de mi casa.

Estuve un buen rato corriendo por el parque de San Isidro, habiendo comenzado a cansarme. Me senté en un banco a recuperar el aliento, saqué una botella de agua que llevaba en una pequeña bandolera y a esto que noto algo rígido y frío contra mi espalda.

-Dame todo lo que tengas o te rajo.

Me amenazó una voz ronca a mis espaldas.

-No llevo nada de valor.

Estaba paralizado de miedo.

-Pues bájate los pantalones y ponte a cuatro patas. -¿No deberíamos ir a...?

Me dió un fuerte puñetazo en la espalad que me dolió terriblemente.

-¡¡He dicho al suelo!! ¡¡Ya!!

Le obedecí, me bajé los pantalones y me puse de rodillas.

-¿Y si pasa alguien? -Todo hombre que pase por aquí antes de que te preñe el culo te follará la boca, así que ya puedes rezar sean pocos.

Noté un descomunal capullo que tocaba mi ano y comenzaba a abrirse paso lenta y dolorosamente en mi interior. Pero atravesada la barrera la semilla que aun quedaba de mi compañero de piso lubricó la herramienta del desconocido, el cual pese a notarlo no dijo nada.

La metió hasta el fondo y la dejó así un rato. Pero no fue mucho, pues cambió la postura para ponerse sobre mi espalda y cabalgarme furiosamente, como si fuera un caballo, con la diferencia que los jockeys no se suelen follar a sus monturas durante una carrera.

Yo no pude evitar llegar a disfrutarlo, pese a lo humillante que era la simple idea que pudiera llegar un conocido y verme en esa situación. El pretendido violador me lamió el cuello, dejó caer al suelo la supuesta navaja y comenzó a llenarme el recto con una abundante dosis de leche de macho.

Ya pensé había terminado todo, pero aquel tipo misterioso que acababa de violarme el culo a plena vista de quien hubiera pasado por la zona tenía otros planes.

-Ahora, puta, te vas a subir los pantalones, y procura no girarte para ver quien soy o te juro de la hostia te salto todos los dientes.

Si antes había sido solo una sospecha ahora era casi una certeza. El misterioso violador debía ser Hugo, que me había estado esperando. Aunque no quería romper la magia sádica y excitante de su juego. Así pues obedecí, me vestí y me puse en pie, dándole la espalda en todo momento. Me besó en la nuca, dejándome sentir su barba, la cual era otro paso para confirmar mis sospechas. Bueno, su barba y el volumen de su barriga contra mi espalda.

Puso una venda sobre mis ojos y me dijo al oído, en un cálido susurro.

-Vas a seguirme para que pueda darte lo que en tu cumpleaños no te dí, cabrón. -Si, Amo.

Dije con toda la naturalidad, asumiendo mi nuevo puesto de sumiso.

Me dio la mano. Su mano era grande, algo regordeta y muy caliente. Hizo le siguiera, indicándome donde estaban los diversos obstáculos, escalones y peatones, para no me cayera. En un par de ocasiones sencillamente tiró de mí para llevarme por donde quería.

Hubo un momento en que paramos. No se donde debíamos estar, pero tras casi media hora andando estaba algo cansado. Olía a orines y presentía era un sitio oscuro, pero no me importaba. Me sentía seguro al lado de Hugo, pese a haber simulado ser un misterioso violador.

Me abrazó, dejándome sentir el intenso olor de su cuerpo sudado. Hizo algo que nunca pensé sería capaz, por lo muy heterosexual que era. Me dio un beso profundo, haciendo su lengua entrara todo lo que daba de sí en mi boca. Terminado el beso, que me pareció durar una eternidad, durante la cual no cesamos de intercambiar fluidos de manera generosa, me agarró de los hombros y me hizo arrodillarme. No tuvo que decirme nada, pues en ese mismo instante saqué su verga, bajando el elástico de su pantalón de chándal. Estaba flácida, aún con esas la llevé a mi boca. Cuando empecé a mamar noté ese amargo sabor de su néctar dorado.

Tragué con ansias glotonas, aunque esperaba cumpliera esa promesa de algo especial, pues la lluvia dorada ya estaba volviéndose un habitual. Pero yo no quería decepcionarlo, así pues no dije nada. Al terminar de mear me la sacó de la boca, dejándome con ganas de mamársela.

-Ya tendrás tiempo para hartarte de comer pollas, puta golosa.

Me dijo, mientras me obligaba a ponerme en pié. Me dio una bofetada, luego un beso y después escupió un espeso lapo sobre mi lengua. Se alejó de mí y pude escuchar como golpeaba una puerta de metal. No recuerdo bien el ritmo, pero era como un código secreto para los que estaban dentro.

-¡¡Hay, tíos!! ¡¡Abridme, os traigo a la nueva puta!!

Se escuchó una persiana de metal elevándose en un tremendo chirrido, debía estar algo oxidada. Una voz ronca y algo rasposa nos dio la bienvenida. El Precio del Alquiler: Reglas del Juego

-Hola Cebrian, veo que más que zorra traes un zorro. -Si, tronco. Y espero no sean quejas, pues nadie se quejó del niño de trece años trajo Vlad en la última ocasión.

Escuché unas palmadas, posiblemente del supuesto anfitrión a Hugo en la espalda. No veía nada, pero debían estarse saludando. El hombre de voz rasposa siguió hablando.

-Bueno, tío, que nos dejaras solo con ese crio... .Yo soy un cerdo y un cabrón, no un pederasta. -Bueno... pero vuelves y con carne fresca. -¡¡Ya quisieras fuera fresca!! ¡¡Me lo he jodido ya varias veces!! -Si, y además le conocemos, aunque por lo visto no demasiado bien.

Ahí me rallé, pues no sabía quien era el que hablaba. Se me acercó, me pasó el brazo por los hombros y me dijo a voz en grito.

-Marquito, lo vamos a pasar todos de puta madre contigo. -¿En serio? ¿Y que tienes en mente, Señor Fontaneda?

Dije sin ninguna duda al respecto de la identidad de mi interlocutor. Escuché unas risas de ambos hombres, pues ya se sabían descubiertos. Pese a no ver a Javier Fontaneda conocía de memoria su aspecto. Era un hombre calvo, con barba y gafas, tez morena, algo de tripa pero buen cuerpo y siempre había marcado un buen bulto bajo el pantalón. Era de los que decían todo tipo de guarradas a las tías, pero en más de una ocasión había sido pillado follándose al novio de alguna guarra. Aunque ellas no es que fueran precisamente unas santas, pues mientras sus borrachos novios eran penetrados ellas no perdían el tiempo.

-Bueno, creo lo sabes perfectamente... ¡¡quiero que abras el pan y te meto el lomo!!

Exclamó con sonoridad y tanto él como Hugo se carcajearon nuevamente. A mi se me puso la polla tiesa solo de oír esa frase, pues Javier siempre me había excitado por lo basto y lo soez que es. Y parecía iba a tener premio. Aunque no llegaba a comprender como las cosas habían llegado a este punto. Me llevaron al interior de donde fuera llevaba el cierre de metal y lo bajaron.

-Bueno, te vamos a proponer un juego. Dentro hay algunas personas más a las que conoces, pero no van a hablar.

Dijo Hugo, con un aire de misterio bastante intrigante. Fontaneda continuó, pero ahora parecía algo más de terror por su voz ronca.

-Eso, vas a recibir los meos de varios tíos en tu boca y por el sabor de los mismos debes saber de quien son, que Hugo me ha dicho eres un puto cerdo y me mola tragar el pis de otros machos. -Es un buen juego...

Pude escuchar varias risas ahogadas, ya estaba en la zona de juego, donde iban a mearme varios tios a los que conocía pero no podía identificar por tener los ojos vendados. Hugo terminó de plantear las condiciones del vicioso juego que se proponían llevar a cabo conmigo.

-Todo aquel que no reconozcas te follará luego el culo. El Precio del Alquiler: Bebiendo algo Caliente

Tras haber escuchado todo asentí con la cabeza. Unas fuertes manos me agarraron de los hombros y me atrajeron hacia sí. La voz de Javier me dijo, al oído y mientras me abrazaba y metía sus manos de piel áspera por dentro del pantalón.

-He comido naranjas para que me chupes la polla y me saques toda la Fanta. -No imaginas lo cerdo que me pongo cuando te oigo decir esas cosas. -No dudes que lo sé.

Me morreó, metiéndome su lengua en la boca. Su saliva sabía a cerveza, aunque no me desagradó. Sin mucho preámbulo me arrancó la ropa, dejándome totalmente desnudo, y empalmado. Hizo me pusiera a cuatro patas, se colocó detrás mio y, ya en situación, repitió esa frase tantas veces escuchada.

-¡¡Con ese culo te invitaba a cagar a mi casa!!

No hubo más preámbulos ni mimos, sencillamente me metió su duro y caliente mástil de carne hasta que sentí sus generosos y peludos cojones rebotando en los mios. No tenía una polla descomunal, como siempre habría imaginado, quizás unos diecisiete centímetros, como confirmaría más tarde en su casa. Pero cojones... eran casi todo lo que le marcaba en la ropa.

Alguien se puso delante mío. Pies grandes, pero con las uñas perfectamente recortadas, piernas peludas, pero vello púbico recortado. Huevos firmes, de esos que no cuelgan, y una verga larga y fina, aunque solo estaba morcillona.

-¡¡Las... las normas... no te dejan... tocar!!

Dijo Fontaneda, entre gemidos guturales. Me encantaba sentirle dentro. Y, si fallaba con el que tenía delante en reconocerlo por el sabor de sus meos, sería otra polla para meter en mi hambriento culo. Abrí la boca, con ansias. Me puso el capullo sobre la lengua y comenzó a soltar su cálido fluido. Sabía terriblemente amargo. Este si era un bebedor de cervezas. Y encima tenía ese toque desagradable de quien come espárragos. Aunque no fue muy abundante, lo que indicaba el meón no debía haberse tomado suficientes cerveza o debía haber necesitado ir a aliviarse recientemente.

Creia saber de quien se trataba, pero acertar no era una opción factible, así que pensé en alguien para decir y equivocarme. A esto Javier me había estado dando caña todo este rato y comenzó a vaciarse las pelotas en mi culo cuando me preguntó, en medio de su orgasmo.

-¡¡¿Sabes quien es?!! -¡¡Ricardo Bravón!!

Dije, el nombre del más heterosexual de todo Argüelles, uno que fijo no podría haberse apuntado a estas fiestas, con lo que me aseguraba que quien fuera me iba a joder el culo a base de bien.

-¡¡Joder!! ¡¿Solo por el sabor de mi pis has sabido era yo?!

Yo me quedé muy sorprendido, no era precisamente acertar lo que esperaba, por lo que sonreí tontamente a donde debía estar Ricardo, aunque no me dí cuenta ya había llegado el siguiente. Y mi culo vacío. Aunque Hugo, pendiente del tema, se me colocó detrás, me metió su monstruo viril de una sola estacada y gritó mientras.

-¡¡Si Bravón no te jode te joderé yo!!

Otra polla se me puso en la boca, aunque Hugo estaba totalmente desbocado. Me follaba con tal intensidad que el nuevo meón descargaba su oro líquido sobre mi cara, mi pecho, mi pelo. Además, esta vez a parte de bufas como un caballo semental se puso a darme azotes bien fuertes en las nalgas, poniéndome cachondísimo. Y quien meaba en mi boca terminó, pero Cebrián seguía dando más y más caña. Guardé silencio hasta que este, gimiendo que parecían alaridos, me llenó nuevamente con su viscosa semilla. Mientras, totalmente rendido, se dejaba caer encima mia, me preguntó.

-Bien, ¿quien te ha meado ahora? -¡¡Y yo que sé, si apenas me entró nada en la boca!!

Protesté, entre risas. Hugo sacó su ya flácida virilidad de mí mientras, teatralmente, decía.

-¡¡Oooh!! ¡¡Respuesta equivocada!! ¡¡Pasemos a la ronda anal para ver si lo descubres!!

Quien me meara antes se me colocó detrás. Era bastante delgado. Y cuando me besó la nuca sentí unas abundantes barbas, que me hicieron estremecerme de placer. La metía y sacaba con gran delicadeza, como si se pensara mi culo no pudiera resistir su verga, la cual era cabezona, fina en el tronco y bastante más larga que la de Hugo. Yo me derretía de placer en cada estocada. Y más por los besos y los lametones en el cuello y los hombros. Pese a estar empapado de su orin no le importó lamerlos lo más mínimo, lo que decía mucho de lo cerdo que era este tío.

-Raul, ¿me enseñarás tu casa nueva? -Si quieres... me corro, te vistes y... y nos vamos. -¡¡Hey, nen!! ¡¡Algunos aún esperamos nuestro turno!! -Vaaale... Sergio... Si Raul está de acuerdo... te vienes con nosotros. -¡¡Menudo culazo tienes, hijo de puta!!

Dijo, como única respuesta, mientras también se vaciaba en mi interior. No hubo más meos, ni más pollas, pese a algún murmullo quedo decepcionado. Entre Hugo, Raul y Javier me llevaron a un baño, me quitaron las vendas de los ojos y pude verles desnudos. A un lado estaba Sergio, con la polla tiesa como un palo, apuntándome desafiante.

-Tio, ¿me perdonas por destrozarte la ropa?

Me dijo Javier antes de plantarme un morreo en toda la boca.

-Claro, además fijo tenéis algo para darme, ¿no? -Solo si nos dejas una última antes de irte.

Sentenció Hugo, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Sergio se acercó a Raul, abrazándole por la espalda, paseando su polla tiesa por sus nalgas. Javier Fontaneda se tumbó en el suelo, Hugo me indicó me pusiera a horcajadas sobre él y me hizo bajar, de tal forma que me senté en su verga mirándole a los ojos. Nos besamos con loca pasión mientras yo me auto penetraba con esa barra de carne. Pero el plan era distinto. Mientras Hugo se puso detrás y apuntó escuché el gemido de placer de Raul, a quien Sergio estaba cabalgando.

Este fue el último pensamiento antes que una segunda tranca me entrara en el culo, y lo último que recuerdo, pues por el cansancio perdí el conocimiento justo en ese preciso instante. Desperté en una cama cálida abrazado al peludo pero firme cuerpo de Raul. Cerré los ojos y volví a dormirme. El Precio del Alquiler: Corazones Calientes

Desperté, encontrándome solo en la cama. Por un momento pensé que todo había sido un sueño, hasta que noté que no estaba en mi casa. Un delicioso olor a bacon y zumo de naranja entraba por la puerta abierta. Yo me dirigí al origen de esa fragancia, con un pantalón de pijama que me habían debido poner al meterme en esa cama. Me encontré, en una espaciosa cocina, a Raul totalmente desnudo, y empalmado, cocinando.

Al verme me sonrió.

-Hola, bello durmiente, esperaba haberte podido llevar el desayuno a la cama.

Miré su poya, tiesa y viril. Entonces recordé sus gemidos, pero no sabía si era buena idea preguntarle. Su novia, Laurana, que hubiera meado en mí, que se lo hubiera follado Sergio... y que me hubiera llevado a su casa, donde me agasajaba con todas las atenciones que se le brindan a un amante. Estaba confuso. Sacó el bacon de la sartén, emplató, y lo abandonó un instante en la encimera. Mientras me rodeaba entre sus brazos y su erección presionaba contra mi paquete me miró a los ojos.

-¿Que dudas hay en esa cabecita? ¿Lo de ayer?

No sé que gesto debí poner, que supo era eso mismo, así que respondió una pregunta no formulada.

-No, yo me follé a Sergio, aunque no fue del todo consentido, pues ya habíamos pactado si no te follaba tu hermoso culo lucharíamos y el vencedor se follaría al ganador. Y... ¿Mi novia? ¿Laurana? Adiós y no quiero saber de ella.

Nos fundimos en un inesperado y tierno beso. Me acarició la nuca y fue a poner el desayuno en una mesa cercana. Mientras cada uno tomaba su desayuno me hizo una confesión.

-Eres el primer hombre en el que me he fijado. Si, me follé a Sergio, pero... desde que entraste en Jeux por primera vez no pude evitar fijarme en ti. -Mentiría si te dijera que eres el primero de Jeux en quien me fijé, pero cada segundo a tu lado es especial.

Le respondí. Él sonrió, se me acercó y me dedicó un tierno piquito.

Entonces me fijé que Raúl tenía un ojo morado. No sé porque no me había fijado hasta ese momento, quizás por el despertar ojeroso que solía tener cada día, pero me escamaba. Y ese lapsus de memoria... quería rellenar los huecos.

-¿Todo fue bien ayer? -Si, de maravilla, salvo cuando quedaste inconsciente, todos se preocuparon mucho y, tras ducharte para quitarte el olor y ponerte la ropa limpia que habíamos preparado, ya con tus cosas en una bolsa, llamé a Sebas para que nos trajera a casa.

Por alguna razón presentí que mentía, aunque su mirada triste me indicó no preguntara nada más. Por impulso me levanté de la silla, me senté en su regazo y le dí un beso en la mejilla. Se sonrojó, aunque me agarró del cuello y ya nos morreamos con verdadera locura y frenesí, sin importarnos si el desayuno se enfriaba o no. Bastante calientes estábamos ambos para pensar en nimiedades en esos momentos.

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