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atados por el voyeur desconocido

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Aquel día habíamos ido de fiesta por la noche a una zona de bares musicales que justo salir te encontrabas con la playa. Allí es donde habíamos aparcado el coche, y la verdad es que el ambiente aquel día estaba un poco aburrido, así que decidimos ir un rato a la playa. Había parejas por la arena, más o menos una pareja cada cien o doscientos metros, y decidimos apuntarnos a la fiesta.

Fui yo la que tuve la idea de ir al coche, abrir el maletero y coger dos vendas para los ojos que tenemos entre nuestros juguetes eróticos. Mi novio me preguntó para qué las vendas, y yo le dije que tenía pensado un juego.

Buscamos un trozo de playa alejados de otras parejas, que no era fácil porque había unas cuántas. Nos tumbamos, comenzamos a desnudarnos, dejamos la ropa dentro de una barca de pescadores pequeña que tenemos a unos metros, y nos vendamos los ojos los dos. Con los ojos vendados los dos, comenzamos a acariciarnos y a excitarnos.

  • "como nos vea alguien no lo sabremos" - y aquella sensación nos puso más cachondos a los dos.

No llevábamos más de quince minutos cuando oímos muy cerca los pasos de alguien que parecía venir a nosotros, y nos pusimos a mil. Lo primero que piensas es que es alguien que viene a echarte bronca o hacer una broma o algún poli que viene a multarte, pero nos quedamos a la exceptativa, que es mucho más morboso, y no nos quitamos la venda.

Segundos después, una voz de hombre nos saludó.

  • "os he visto de lejos" - nos dijo - "me parece muy excitante el rollo éste y me gustaría quedar aquí a vuestro lado mirando, pero que no os quitéis la venda, os quiero mirar a los dos con los ojos vendados y que no sepais quién soy".

Le dijimos que sí, que se podía quedar, que nos gustaba, y al momento comenzamos a acariciarnos. A mi novio le encanta que le toquen los pezones y le acaricien los testículos con las uñas muy finamente, eso le excita mucho pero no se corre, y así disfruta mucho tiempo, y yo comencé a hacerle esas cosas. Mi novio gemía, y estaba muy excitado, y ya cada vez estaba mucho más excitada.

Mi novio se abrazaba a mí, me tocaba y se dejaba hacer. Creo que de eso se dio cuenta el voyeur, y nos preguntó si podía aportar alguna idea, y yo le dije que sí.

  • "me gustaría que mientras le tocas los pezones yo voy atando a tu novio".

Le comenté que nosotros no teníamos cuerdas, ni nada paraa atar, y el hombre nos dijo que él sí, y que ya lo hacia él. Mi novio no dijo nada, estaba callado, pero sabía que le gustaría, y le dije que sí, que lo atara.

No añadí más comentarios, y tampoco pregunté nada. Yo me limité a seguir, a tocarle los pezones a mi novio, le toqué la polla para ver cómo estaba, y la tenía durísima. Sabía por los sonidos que estaba atando a mi novio, y me pareció muy morboso, yo estaba poniendo cachondo a mi novio y él no podía evitar mis caricias.

Al cabo de unos minutos pregunté si ya estaba atado.

  • "Estoy poniendo adornos, cuerdas por aquí y por allá, que quede bonito" - me comentó el voyeur, a lo que mi novio replicó con un "yo creo que se está liando con las cuerdas y no sabe ni por dónde van". Yo respondí a mi novio que se callara, y le pellizqué los pezones lo suficiente de hacerle gemir con más fuerza y doblarse. Ese gemido que hizo me excitó mucho más, y aumenté la intensidad de los pellizcos en los pezones. Mi novio se retorcía de placer, y noté que no me abrazaba, por lo que me imaginaba que las ataduras ya eran lo suficientemente buenas para no poder moverse.

Gemía cada vez más fuerte, y le ordené a mi novio que se callara, que hiciera como si estuviera amordazado, que tuviera la boca cerrada y no gritara.

Un rato después, el voyeur me dijo que mi novio ya estaba atado. Toqué las cuerdas. Tenía un montón. Bien apretadas, se le hundían en la carne, con los brazos a la espalda, doblados como si se estuviera abrazando a sí mismo pero por detrás por la espalda, y con mucha cuerda por las muñecas, los codos y por el cuerpo. Le toqué los dedos de las manos, y vi que no podía moverlos nada, así que para él le era imposible desatarse.

Yo me reí, y le dije que no podía escaparse, y le pregunté si podía, que lo intentara.

  • "mmffoo ffueeeoo" - me dije.

Yo me extrañé de que hablara así, y dije sorprendida si estaba amordazado.

  • "ffmmmiiii" - respondió.

Toqué su cara, y noté que tenía una correa en la mejilla, y en la boca una bola dura de goma que se le metía dentro. Seguí el rastro de la correa y noté que detrás la hebilla estaba bien cerrada, y bien fuerte, que no dejaba espacio ni para pasar el dedo pequeño de la mano.

Aquello me excitó muchísimo. Me fui directo a tocarle los pezones, a pellizcárselos, y al mismo tiempo el voyeur se puso detrás de mí, y me dijo que él se encargaba de mi novio. Le solté los pezones, y fue el voyeur quien comenzó a pellizcarle los pezones. Le encantaba, se le escuchaban los gemidos, y le toqué la polla a mi novio. La tenía durísima, y el voyeur me apartó la mano, para tocarle él los testículos. Mi novio no podía ni aguantarse en pie, de lo excitado que estaba, pero el voyeur intentaba que no se corriera. Nos explicó que le encanta el cum control, que es el control del orgasmo, y que quería dejar a mi novio sin orgasmo pero excitado todo el tiempo.

Cuando lo vio muy cachondo, paró. Le dijo que descansara, lo alejó de nosotros, intuí que unos diez metros más o menos por el poco tiempo, y entonces el voyeur comenzó conmigo. Yo estaba tan excitada que me iba a dejar de todo, y cuando comenzó a follarme es lo que yo quería. La sorpresa fue que al mismo tiempo que me iba follando también me iba atando, noté que me ponía cuerdas en los brazos que había llevado a mi espalda, que las apretaba con fuerza, y yo me deje hacer. Quince minutos follándome hasta que paró para acabar de perfeccionar las ataduras. Las aseguró, muy fuertes, revisó los nudos que estuvieran bien hechos, que no se movieran las cuerdas, y eso que tenía muchos que incluso me daban la vuelta al cuerpo. Había hecho como un arnés, y consiguió que yo no podía desenganchar los brazos de espalda, que tenía a media altura las muñecas, y tampoco las podía ni subir ni bajar. Eran fijas de verdad.

Cuando ya me tuvo a mí también bien atada, comenzó otra vez a follarme, yo gemía pero de pronto noté algo en la boca, una bola, dura, muy dura, que la hundió lo máximo que pudo, y que cerró apretando al máximo detrás de mi nuca.

Entonces, ya atada y amordazada, me llevó con mi novio. Nos tumbó a los dos en el suelo, boca arriba, y a mí comenzó a meterme los dedos en la vagina, a masturbarme, y por el sonido y los gemidos me imaginé que el hombre voyeur se la estaba mamando a mi novio.

Yo gemía, "mmmpppff" y mi novio hacia "mmmphhhhf mmm ummm pmmmffff".

Eso de estar los dos atados, los dos amordazados, los dos con los ojos vendados, capturados y sometidos y follados por un extraño, nos excitó locamente a los dos. Jugó con nosotros por lo menos media hora como mínimo. A ratos cambiaba. A mí me follaba y masturbaba a mi novio con la mano; después se la volvía a chupar a mi novio y a mí me masturbaba con los dedos; y a veces nos masturbaba a los dos.

Fue una pasada.

Cuando se corrió mi novio es cuando el voyeur me explicó le estaba tocando el glande por debajo, suavemente, y cuando escuché a mi novio correrse yo tuve otro orgasmo, que a esas alturas ya había tenido tres o cuatro.

Nos vino una gran relajación, y el hombre voyeur estaba encantado.

  • "Vamos a pasear un rato" - nos dijo.

Nos puso a los dos de pie, ató unas cuerdas a modo de correa de perro que había atado a nuestros bozales, y comenzamos a andar por la playa. No teníamos ni idea de que dirección teníamos, ni si nos veían, ni nada, pero tampoco pensábamos. Era divertido, y estuvimos andando que parecía sin rumbo fijo.

De pronto paramos en un sitio que no sabíamos que era. Era como unos escalones, como si subieras a un escenario, pero se trataba de una furgoneta de carga. Cuando nos dimos cuenta, que fue cuando cerró la puerta, ya nos había atado con unas cuerdas que había usado como arneses que nos mantenía enganchados a una serie de barras fijas a los laterales de la furgoneta que nos impedía escapar.

Nos había hecho sentarnos en el suelo, y nos ató los tobillos juntos, con las piernas dobladas hacia dentro y atada la cuerda a la espalda, que nos impedía estirar los pies hacia delante. Cerró la puerta, arrancó el motor y el vehículo se movió.

No sabíamos quién era, y ahora no sabíamos dónde nos llevaba.

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