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Diario de Vida de Ñakislav (XXIII Parte)

Escrito por: MasterJuan

Parte XXIII

Les voy a relatar lo que ha sucedido en mi vida estas semanas desde que mi Amo y Señor Duncan me adquirió. Me recibió en un estado calamitoso, destrozado en mi cuerpo y espíritu. Un par de días más con el tormento que me estaban infligiendo el Amo ruso y sus secuaces me hubiera llevado a la muerte, eso lo tengo seguro, y a una muerte de inanición y dolor.

Mi Amo y Señor Duncan me salvó de ese destino, pero no sólo hizo eso, sino que destinó varias semanas a reconstruirme y recuperarme, me volvió a convertir en un animal de placer y aguante, capaz de servir bien al Amo, de ser un buen esclavo que atienda todos los gustos, deseos y caprichos de su dueño. Pero no solamente eso hizo, sino que más, me hizo avanzar un escalón más en mi condición de sub humano, pero eso ya se los contaré más adelante.

Lo primero fue llevarme a un lugar maravilloso, boscoso, cercano a las aguas termales. Supongo que era en Nepal. Nada supe como llegue, porque estaba muy débil y estaba casi sin conciencia durante los viajes que tardaron casi tres días.

En ese lugar, con varias cabañas, habite en una acogedora cabaña con mi Amo. En las otras cabañas había varios monjes, unos cuatro o cinco, nunca supe con claridad. Estos monjes fueron los responsables de mi regeneración.

No habían pasado ni diez minutos de la llegada a la cabaña, cuando llegaron dos de los monjes. Me cogieron y llevándome de los brazos me introdujeron en un tonel de agua que estaba muy fría, lo que vino a continuación ha sido una de las experiencias más fuertes que he sentido: los monjes comenzaron a echarle kilos de hielo a la cubeta y el agua bajó drásticamente de temperatura, hasta bajar de cero grados, creo.

Yo comencé a tiritar y mi corazón, primero latió con fuerza, para luego comenzara a bajar mis latidos cardíacos. Era una sensación muy fuerte y extraña. Yo que me sentía tan débil al llegar, casi inconsciente como les había dicho, al bajar la temperatura parecí revivir, para luego comenzar a adormecerme por el frío, previo a los espasmos que comencé a sufrir por los tiritones provocados por mi sistema nervioso. Cuando la hipotermia estaba a punto de hacerme perecer, los monjes me levantaron y me introdujeron a una tinaja con agua termal de una temperatura muy alta.

El cambio fue radical, impactante, brutal. Sentí como el calor llegaba a todo mi cuerpo y a mi interior. Mi piel, blanquecina y casi azulina por la hipotermia, se tornó rosada y roja en algunos sectores.

Eso me lo hicieron dos veces más. Provocó un efecto devastador en mí. Un gran cansancio me sobrevino y un gran relajo fue el estado subsiguiente. Nadie me podía levantar.

No sé cuántas horas dormí. Pero cuando desperté ya era otra persona. Tenía ánimo y mucha hambre. Los monjes nos habían preparado un desayuno que yo creó ha sido uno de las cosas más deliciosas que he consumido en mi vida: eran solo frutas, verduras, queso y leche.

Me sentí reconfortado.

Enseguida los monjes me indicaron con una palmeta de madera lo que debía realizar. Y la rutina fue cada día más intensa. Largas duchas en agua fría y permanencia en las tinajas de aguas termales, masajes con barro, baños en leche, masajes con aceites. No dejaron ningún centímetro de mi cuerpo sin masajear.

Se encargaron de curar cada herida, de ir eliminando las marcas, hematomas, laceraciones. No hubo ungüento que no se utilizara. Me frotaron con raíces, hojas irritantes que escocían la piel hasta dejarla irritada, para luego someterme a baños con agua fría.

Otros días eran largos baños con aromatizantes.

Volví a sentir tersa mi piel, vi cómo iban desapareciendo las heridas.

A partir de la tercera semana, junto a la labor de los monjes, se sumó mi Amo. Al lado mío siempre comenzó a reentrenarme como esclavo.

Mi cuerpo necesitaba esa disciplina y el duro entrenamiento. Largas carreras por los senderos del bosque, a pie descalzo, sin ropa, hasta que mi cuerpo estaba completamente cubierto con sudor. Cada día aumentaban los trayectos.

Muy temprano en la mañana, cuando estaba frío y húmedo, correr y trotar en medio de bosques precordilleranos ampliaba mi capacidad y resistencia. No importaba que lloviera o hiciera calor. La idea era hacer cada día más y mejor. Y lo estaba logrando.

Pero no bastaba con eso. Mi Amo se dedicó a fortalecer mis músculos.

Las sesiones de entrenamiento eran intensas: 100 abdominales, 100 sentadillas, 100 flexiones, 100 saltos y comenzar nuevamente, cinco series, seis, siete hasta llegar a diez series, sin detenerse.

Mientras mi Amo y Dueño se relaja, yo realizo las rutinas. El instala las patas de su silla de descanso sobre mi espalda mientras yo hago flexiones. Cuando ello sucede debo esforzarme en mantener el ritmo y evitar movimientos bruscos que alteren el descanso de mi Señor.

Luego vinieron las pesas, cargar pesos y trotar con mochilas cargadas de piedras.

Volví a sentirme fuerte, tonificado. Los monjes me depilaron con cera, todo el cuerpo y me raparon al cero.

Mi Amo y Señor Duncan me volvió a instalar mi cockring doble y mis bolas lucieron duras, redondas y dispuestas para el Amo.

Mis tetillas volvieron a lucir sus piercing anillados., pese al daño experimentado.

Volví a realizar diariamente mis enemas. Desde los 19 años que me aplico enemas diariamente. Un Amo requiere que el culo de su perro esté limpio, dispuesto y preparado.

Los primeros enemas fueron de 150 mm, pero mi meta es llegar al medio litro. Los monjes me han reparado interna y externamente, pero mi Amo y Dueño ha logrado algo más.

Mi Señor está ahora en mi mente.

Si, él ha logrado poseerme completamente. No hay orden ni deseo que no la cumpla. El es mi dueño real y efectivo. No hay pensamiento mío que se le oculte.

En la mañana, cuando despierto, siento la necesidad absoluta y total de tocarlo. Me instaló de rodillas al lado de su cama y espero hasta que despierta. Cuando lo hace, lo saludo y masajeo sus pues y los lavo con mi lengua, los chupo, los introduzco en mi boca y los siento vivos.

Si el me lo permite, despierto su órgano viril con mis mamadas y si ya está duro lo acarició hasta hacerlo acabar. Su leche es mi primer alimento del día.

Él logra todo con su sola voluntad. Si me dice que permanezca de pie por horas bajo el sol o en la noche fría, lo hago. No siento malestar ni dolor si él me lo ordena. Ha logrado controlarme completamente.

Cuando me hace una pregunta, creo que ya sabe la respuesta. Cuando me acercó a Él me suele preguntar “¿En quién pensaste anoche?”. Mi respuesta es siempre la misma “En Usted Señor, sólo en Usted”. Y es la verdad. No logro pensar en nadie más.

Sólo basta que me toque las tetillas para que me ponga duro y todo mi cuerpo se electrifique y este sensible para cualquier estimulo.

Tiene una especial habilidad para dominarme y logra estimularme de las maneras más increíbles. Hace unas noches, estaba bebiendo un trago, chasqueo los dedos y me indicó que me acercara hacia él. Yo estaba de bien con las manos en la nuca, mirando hacia el suelo, como me lo había ordenado. Ya llevaba unos 40 minutos.

Me acerqué hacia Él y me ordenó ponerme en cuatro, sentí que cogió uno de los cubos de hielo de su trago y comenzó a frotármelo en torno al ojete de mi culo. Lo hizo de una manera tan intensa que me puso durísimo y mi pene comenzó a gotear, era tanta mi excitación que jadeaba como si estuvieran follándome. Luego me hizo hincarme frente a él y comenzó a jugar con mis tetillas, primero suavemente y luego con mucha fuerza. Yo ardía como perra en celo y sabiendo lo que yo deseaba me dijo “No eyacules y no pidas que te folle, no te lo mereces aún”. Y así fue.

Todos los días siento su poder sobre mí. Me dice algo y yo lo cumplo. Estos ansioso por oír su voz y las órdenes que me da. “Corre hasta esa colina y regresa en 15 minutos”, “Permanece de pie con una sola pierna por 20 minutos”. Levanta ese peso y mantenlo hasta que te diga”.

Toda orden es para mí un placer. Cumplirle, obedecerlo, servirlo, son mis razones de existir.

No suele castigar, no he recibido ningún azote de su parte, ninguna bofetada, no ha tocado mi cuerpo con ningún instrumento. Solo disfruta presionando mis tetillas y ahora lo hace también con mis bolas. Se deleita apretándolas y ya me ha señalado que las entrenará para recibir golpes. Ya lo ha hecho un par de veces y me ha dicho que me falta mucho aún, pues mi resistencia es aún muy baja.

No me ha follado aunque mi culo lo anhela. No me he tocado la polla, porque él así lo quiere. Cuando siento que crece cuando pienso en él o cuando me excita, hago todo el esfuerzo para no tocarme ni para sentir placer haciéndolo

Sé que me iré cuando él así lo quiera y me lo ordene.

Esta mañana será la última en este paraíso, así lo ha dicho mi Amo y Dueño. Me dijo que nos iremos a vivir juntos. Que será su esclavo personal.

Me ha permitido verme en un espejo. Me dijo “Mírate. Mira en lo que te has convertido. Has vuelto a hacer como te conocí hace tres años y prometías ser el mejor esclavo. Pero has superado la prueba y ahora serás el mejor perro que todos conozcan. Serás el deseo de todo Amo, pero serás mío”.

Y yo me miré. Y tuve un pensamiento indebido, lo confesé inmediatamente ante mí Amo y Dueño. Pero él me perdono. Lo que pensé es que era un buen espécimen. Soy un joven atlético, de hermosas facciones, completamente depilado, con unas bolas grandes, duras, redondas, que están firmemente apretadas por dos anillas de metal. Mi espalda es ancha, casi de nadador y mis glúteos son levantados y grandes. Mi culo es profundo y tengo piernas largas y bien formadas. Mis brazos están firmes. Mis abdominales están marcados y es plano, con un ombligo hundido. Los pectorales están definidos y los pezones están levantados y atravesados con anillas de titanio, grandes y colgantes, una verdadera tentación para estirarlos.

Mi Amo me dice que pronto habrá un tatuaje en mi espalda que hará compañía a las dos marcas que ya la adornan. Ese tatuaje indicará mi pertenencia absoluta a mi Amo y Dueño.

Yo he vuelto a ser un buen esclavo.

Creo que mi Amo Duncan me follará hoy. Lo deseo. Será un buen inicio de esta etapa.

Diario de Vida de Ñakislav (XXIII Parte)

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