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Diario de Vida de Ñakislav (XXI Parte)

Escrito por: MasterJuan

Parte XXI

Después de muchos días pude dormir en un camastro, creo que me pusieron grilletes. No sentí nada más. Estaba muy cansado. Lo único que tenía presente es que mi culo estaba muy abierto. Hace tiempo que no me habían follado tanto y con esa fuerza.

Estaba híper sensibilizado, pero bien. Me sentía vivo de nuevo.

Yo nací para ser usado, para ser perforado brutalmente. Eso me reanima. Sentir uno o varios machos usando mi culo y follando mi boca es para lo que sirvo. Esta noche me usaron unos machos brutos y fui una perra a su servicio. A mí me agrado, aunque me duelen las tetillas, las bolas y las nalgadas.

Pero la vida continúa. Ojalá no hubieran terminado conmigo, podría haber estado toda la noche con mi culo abierto, para que los machos se hubieran descargado cuantas veces quisieran, pero terminó y ahora estoy en el camastro, respirando fuerte, agotado, exhausto, pero bien.

No sé cuánto dormí, pero uno de los guardias golpeó las plantas de los pies y me despertó. Estaba oscuro y otro guardia soltó mis grilletes.

Seguí al grupo y nos llevaron hasta las duchas. Estaba frío, pero no en exceso y soplaba una brisa seca. El agua estaba muy fría, pero me sirvió para reanimarme.

Desayunamos pobremente, como siempre: leche agria, pan duro y esta vez, cereal, un verdadero bocado entre tanta miseria.

Estábamos siete, entre ellos Iván. Creo que somos los más resistentes, los que más hemos aguantado. A los otros no los he vuelto a ver.

Nos llevaron a un barracón y allí nos pusimos un pantalón militar y unas botas negras de militares, negras, usadas, duras, anudadas hasta la media canilla. No usamos ni ropa interior ni calcetín. Yo sabía que eso sería terrible, pero nunca pensé que sería tanto.

Dos de los guardias nos dieron las indicaciones que no entendí, pero que comprendí luego, al observar a mis compañeros, especialmente a Iván. Nos ordenamos de dos al fondo. Yo quedé al final.

Lo que comenzó luego, fue una extensa y agobiante jornada de entrenamiento. Calculo que trotamos unas tres horas bajo el fuerte sol de la mañana a través de la campiña, subiendo y bajando las colinas cercanas y saltando los obstáculos del campo, atravesando arroyos y atravesando paredes de troncos.

Estoy claramente fuera de training y pese a mis esfuerzos, necesito estar bajo control de un Amo que me obligue a seguir las rutinas de entrenamiento adecuado. Lo que ahora me sucede es que me cuesta, y mucho, seguir a los disciplinados rusos que van delante de mí. Me voy quedando peligrosamente atrás, pese a que pongo todo de mí por mantener el rudo ritmo de los instructores.

Claramente, me estoy agotando y estoy muy exhausto. He perdido capacidad de aguantar este nivel de exigencias. Lo sabía, me he puesto flojo los últimos meses, he ejercitado y entrenado, pero poco.

Me hace falta la disciplina y una buena dosis de castigo por haber fallado.

Descansamos unos 3º minutos al lado de un arroyo seguimos el entrenamiento. El terreno es pedregoso en unos sectores y polvo suelto en otros tramos. La temperatura asciende a unos 35° y el calor es agobiante.

Se acercan unas nubes y sin casi percatarnos, comienza a caer una lluvia tropical muy fuerte que convierte en cosa de minutos los caminos polvorientos en lodazales y charcos de agua y barro. No nos detenemos. La lluvia es casi una bendición, aunque trotar sobre el barro hace más pesado el paso. Nos lanzamos al suelo y pasamos por un campo de alambre de púas, casi bebemos lodo, pero nadie se detiene.

No puedo seguir el ritmo. La lluvia es muy intensa. Impresiona pasar de un suelo seco a un barrizal en menos de 20 minutos. Es una lluvia tropical, con una temperatura agobiante. Estoy cubierto de barro y logro salir del campo y avanzar hasta el sector de obstáculos, pero voy muy retrasado. Dos certeros golpes de macana caen sobre mi espalda.

Recibo una verdadera andanada de golpes de los instructores, pero no logran que acelere mi paso. Realmente estoy cansado y sin fuerzas. La falta de entrenamiento los meses recientes y la alimentación deficiente se suman para mi mal rendimiento. Me siento muy mal, sinceramente. Creo ser una basura. Todos los otros son mejores que yo y pueden seguir el ritmo que imponen los instructores. Estoy a punto de rendirme, pero no lo hago, pese a que estoy muy agotado. La lluvia cesa.

El entrenamiento termina unos minutos más tarde cuando yo estoy exhausto y me cuesta respirar.

Podemos descansar un rato. Algo ayuda el relajo, Estoy tendido en el suelo, cierro mis ojos y alcanzó a dormir unos minutos, hasta que un puntapié en mis costillas me despierta.

Debemos seguir el entrenamiento.

Ahora son series interminables de ejercicios. Unos tras otros: flexiones, sentadillas, abdominales, saltar, hacer barras y paralelas, nuevamente flexiones y así, sin detenerse.

Las rutinas son exigentes, implacables, al que falla, se detiene o las hace lentas es separado y debe aguantar un mínimo de 30 golpes en el estómago, que un macizo guardia aplica sin piedad ni conmiseración.

Yo fui el primero de ser separado del grupo. Un guardia me cogió por los brazos, mientras el instructor macizo, comenzó a asestarme golpes en los abdominales. Eran muy fuertes, secos. Yo había aprendido a aguantarlos bien, ejerciendo presión en mi estómago para que el golpe no me dejara sin aire y así minimizar el dolor, pero eso agota, pues el esfuerzo por mantener tenso los abdominales es mucho. Al final, uno no puede ejercer tanta fuerza, y siempre los golpes logran afectar la resistencia. Reconozco que mi debilidad es mucha y sentí la fuerza de los golpes cerca del número diez, de ahí en adelante fue muy doloroso. Cada golpe me estremecía y me llegaban hasta el centro del estómago. No pude evitar quejarme, faltando a mi deber de callar, pero no me reconozco. Soy un debilucho indigno de mis dueños.

Esa fuerte sesión de gut punch me dejó muy mal. Me costó recuperarme, mucho rato. Me temo que necesitaré mucho rato en ser un perro digno de un Amo. Me duelen los abdominales y el estómago, realmente estoy muy agotado, me siento una verdadera basura. Creo que no soy digno de servir a un buen Amo, no aguanto nada, me canso, no tengo resistencia, sirvo mal.

Estoy esperando que llegue luego la noche para poder descansar, tengo sed y hambre y está húmedo y caluroso. Siento la tierra pegada a mi piel, estoy sucio, desgreñado, me ha crecido el poco vello facial y como no me he depilado, tengo algunos pelos en mis bolas y axilas.

Los guardias nos permitieron descansar un rato. Bebí mucha agua y comí fruta, que estaba un poco descompuesta, pero igual la ingerí. La necesitaba. Me pareció una delicia hacerlo. Mi cuerpo exige alimentos, vitaminas y productos como verduras y frutas, que no he probado en toda mi permanencia en este tormento.

Debo reconocer que me ayudo comer, pero más estar cerca de Iván, que está mucho más entero que yo. Está firme, duro, presto. Me miró de reojo y me hizo una señal, que supongo significa que me acerque hacia él. Lo hago y nos vamos a unos inodoros que podemos usar en los descansos.

Los guardias descansan y nosotros aprovechamos el momento y yo me acerco a él. Me arrodilló frente a él para poder lamer y succionar su enorme miembro viril, pero él, me coge con sus manos y comienza a orinarme. Un enorme chorro de orina caliente comienza a ducharme, me moja el pelo, la cara y el torso. Me excita mucho, me siento su excusado, es delicioso sentir como se excita haciéndome eso. Lo sé, soy una basura, pero es mi condición y esa guarrada hecha por Iván es un placer para mí.

Me dejó completamente mojado, hasta parte de la ropa. Me acerqué a un abrevadero y me limpié. Creo que nadie se percatara, pero el guardia grande nos tiene en la mira desde el pozo minero y sabe que entre Iván y yo existe mucha atracción.

Mis pretensiones de pasar inadvertido fracasan. Creo que la atracción que siento por Iván me traiciona, pues lo miro mucho. Se que no debo mirar a otro igual que yo, que no puedo hacerlo. Que ahora no tengo ese derecho, que no puedo pretender satisfacer mis caprichos y tener pacer sintiéndome un joven que puede tener relaciones con otro igual a mí. No soy un humano, soy un esclavo, un perro, un animal para el placer de otros.

No pasan ni tres minutos cuando el guardia gigante llama a Iván y a mí. Me llama Inaki, o algo parecido, suena gracioso, pero no puede pronunciar la eñe.

Me acerco hacia él e Iván igual, algo nos dice apuntándonos, pero, como siempre, no entiendo nada. Miro a Iván, para entender que nos dice, pero el chico está inexpresivo y no me responde con su mirada o algún gesto.

Todo el grupo se dirige en formación hacia la explanada de la gran casona donde está el Jefe.

Todo el grupo se instala sentado uno al lado del otro en torno a un foso de arena que está ubicado en un costado de la casona y que ya habíamos usado en ejercicios unos días antes.

Todos esperamos hasta que aparece el Jefe, vestido de impecable cuero negro, con su fusta en la mano. Se sienta en un trono de ratán ubicado en el pasillo techado fuera de la casona. Y da sus instrucciones, fuertes y claras para todos, menos para mí. Iván se levanta y se dirige hasta él, con la cabeza baja y las manos en la espalda.

Yo seguí sentado, con las piernas cruzadas, como todos. El guardia gigante, me dio un puntapié en la espalda y me cogió del cabello; yo me incorporé con ese incentivo. Me dirigí hacia donde estaba el Jefe, con la actitud sumisa que se esperaba, mirando al suelo y con las manos en la espalda.

Al llegar al frente del Jefe me puse a un costado de Iván y esperé.

El Amo se acercó y nos inspeccionó. Ordenó a los guardias algo respecto a nosotros. Yo vi que Iván se sacaba los botines y el pantalón y yo hice lo mismo. Ambos quedamos desnudos frente al Jefe, que con su fusta comenzó a jugar con nuestros erectos penes, especialmente el mío.

El guardia gigante me hizo arrodillarme y comenzó con una tijera a cortarme el pelo, de forma violenta hasta dejarme casi rapado, de forma irregular. Luego hizo lo mismo con Iván.

Enseguida nos instaló a cada uno un gigante collar de cuero de unos 10 cms de alto y una mordaza. Luego puso unas brutales pinzas de metal con puntas dentadas en mis tetillas y en las de Iván y las unió al collar.

Pusieron un parachute en cada uno y lo unieron con una cadena de unos dos metros de largo y nos empezaron a separar con golpes de azotes en nuestros pechos y abdominales hasta lograr que la cadena quedara tensa entre ambos. Yo estaba excitado y con mi polla dura, al igual que Iván, Dolía, pero excitaba.

Era un perro sufriendo, pero daba placer, cumplía mi propósito en la vida.

Así nos mantuvimos hasta que los guardias ordenaron a los otros esclavos levantarse. Dos se instalaron tras mío y otros dos tras Iván.

Amarraron las manos por la espalda y la cuerda fue cogida por los dos esclavos, al igual que con Iván.

Al grito del Jefe, los esclavos comenzaron a jalar la cuerda y a ejercer fuerza. Mis brazos por atrás en la espalda comenzaron a sentir la presión. Duele al estirar los brazos y duelen las bolas al sentir el estiramiento. Sufro y aguanto. Sufro y me pongo duro. Sufro y mi polla está más dura que nunca. El collar dificulta la respiración y si muevo la cabeza estiro mis tetillas con las pinzas unidas a ese infame collar.

Los esclavos jalaban con fuerza, logrando que yo e Iván nos estiráramos y nuestras bolas estuvieran presionadas por las ataduras y el estiramiento. Ninguno podía gritar ni gemir, la mordaza lo impedía.

Yo sentía que me caía de espaldas por el jalamiento de la cuerda, pero la cadena atada a nuestras bolas lo impedía.

Lo que más me dolía, no obstante, eran las tetillas, con esas pinzas dentadas, que estaban destrozando mis pezones.

El quinto esclavo se acercó y me quitó las pinzas y dolió, mucho. Me aplastó las tetillas y dolió mucho más.

Mientras permanecíamos así, el guardia gigante trajo un taladro de titanio y lo introdujo en mi uretra. Ya saben lo que eso me duele, y la brutalidad del guardia agudizó mi dolor y lo molesto que eso me resulta. Parece que mi polla está siendo cortada por un bisturí.

Siento un dolor agudo y profundo. Estoy sudado, jadeo y la saliva me hace ahogarme.

Finalmente termina, pero estoy destrozado.

Pero sigue.

Nos quitan el collar, nos desatan y nos quitan los parachutes.

Vamos hasta el pozo de arena y quedamos frente a frente, desnudos, Iván y yo.

No entiendo que vamos a hacer o que van a hacer con nosotros, pero rápidamente entiendo, cuando veo a Iván ponerse en posición, agazapado, casi listo a lanzarse sobre mí: debemos luchar.

He practicado lucha y he tenido varios combates, en varias modalidades, pero creo que no tengo la técnica suficiente. Iván se lanza sobre mí y logra tirarme al suelo, me coge del brazo y me hace una llave que me inmoviliza y luego lo hace con mis piernas, doblándolas e incorporándose me comienza a doblar por la espalda y abre mis piernas, de una manera que no lo había experimentado antes.

No podía incorporarme ni liberarme de las sucesivas llaves de Iván.

Tiene mucha fuerza, es muy resistente y decidido.

En un momento me tiene cogido por mis extremidades, casi inmovilizado, me dobla las piernas, se sube sobre mí, coge mis brazos, los estira y en una rápida acción hace que quede mirando al cielo completamente curvado. Parece que va a quebrar mi columna vertebral. Es muy intenso, duro e intenso. Es una sensación intensa y límite, parece que me va a romper, grito que pare, que se detenga, y me suelta, lanzándome al suelo arenoso.

Me seguí quejando un buen rato, porque realmente la espalda parece que está partida.

Estoy avergonzado, soy un desastre, no puedo aguantar nada. Un esclavo apenas salido de la adolescencia es capaz derrotarme en un lucha libre, sin más armas que su propia fuerza y habilidad.

Nadie pagaría nada por mí hoy. Realmente sin un buen Amo que me controle, explote, castigue y discipline no soy nada. Hoy ha quedado demostrado. Me siento muy mal.

El guardia gigante me conduce ante el Jefe que ordena algo para mi terrible, salvo que no lo supe hasta que lo sentí.

Me condujeron hasta cerca de un árbol y los guardias me ataron de las manos por detrás de mi espalda.

Enseguida lanzaron una gruesa cuerda sobre uno de los ganchos del gran árbol y uno de los extremos lo pusieron en mi cuello. El guardia gigante hizo un nudo extraño y comenzó a ajustarlo en torno a mi cuello.

Yo ya me temo lo peor. Me acuerdo de una vez que me lo hicieron y el terror que sentí.

Estoy paralizado y tiemblo de miedo, como hace tiempo no lo hago.

La cuerda ya aprieta firmemente mi cuello. Los guardias comienzan a jalarlo y yo siento que la cuerda anudada en torno a mi cuello empieza a apretar cada vez más y el aire es menor. Cuesta respirar.

Siento como empiezan a elevarme. No siento el suelo, estoy colgado y mi cuello está muy presionado. No me salen los gritos y no siento que aire entre a mis pulmones, Me retuerzo pero evito hacerlo con más fuerza, porque siento que se aprieta más el nudo. Un calor inmenso se apodera de mi cabeza y mi cuello arde. Pero aquí viene lo que sucede en estos casos: mi polla está más dura que nunca y comienza a lanzar chorros de semen, como nunca. La falta de aire me agobia, me siento morir. La eyaculación ha sido intensa y agotadora. La falta de aire es completa. No puedo reaccionar. Me cae un miedo intenso, tirito salvajemente y sigo eyaculando. Se pone todo negro y ya no sé nada más.

Diario de Vida de Ñakislav (XXI Parte)

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